Capítulo 48
El hombre con la máscara dejó escapar un suspiro de alivio, solo era cien mil.
Su jefa había dicho que cualquier cosa por debajo de quinientos mil estaba bien.
Mientras ellos admitieran su culpa y no delataran que había alguien que los había contratado, todo estaría bien.
Si delataban a la policía que había alguien detrás, la familia Rosales y la familia Junco intervendrían en la investigación y rápidamente llegarían hasta la señorita.
ÉI
ya había pensado que si el hombre con el tatuaje no aceptaba, les ofrecería doscientos mil.
Pero quién iba a imaginar que con cien mil bastaba.
-Está bien le dijo el hombre con la máscara en voz baja-. Dame un número de cuenta bancaria, el dinero se transferirá a tu cuenta en un momento. Si te atreves a decir una sola palabra, no solo no recibirás el dinero, sino que tu vida correrá peligro, así que ni pienses en violar nuestro acuerdo.
El hombre con la máscara los amenazó: -Si aceptan la culpa, lo peor que les puede pasar es pasar unos años en prisión. Pero si se les ocurre hablar de más, haré que entren caminando y salgan en una caja.
El hombre del tatuaje y el chico de cabello amarillo se asustaron tanto que casi se orinan.
Alguien que puede sacar cien mil como si nada, claramente no es alguien a quien se deba
provocar.
Ellos creían que este hombre cumplía sus amenazas.
No mucho después de que el hombre con la máscara se fue, llegó Gustavo, el asistente de Agustín.
-¿Qué pasa, quieres algo más…? -El hombre del tatuaje pensó que el hombre de antes había regresado, y sin pensar mucho dijo eso. Pero al ver al hombre frente a él, que no era el mismo de antes, se detuvo de inmediato.
-¿Qué pasa? -Gustavo le preguntó con una mirada fría-. ¿Alguien vino hace poco?
-No.-El hombre del tatuaje levantó la vista hacia Gustavo-. ¿Quién eres? ¿Vienes a buscarme a mí?
Gustavo les preguntó: -¿Por qué anoche intentaron atacar a la Srta. Rosales?
El hombre del tatuaje le respondió: -Fue algo impulsivo, esa chica es guapa, y nos gustó.
El chico de cabello amarillo asintió en acuerdo: -Sí, esa mujer tiene unos pechos que botan fuego.
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Capitulo 48
Gustavo entrecerró los ojos: -¡Cuida tu lenguaje! Si sigues diciendo tonterías, haré que te corten la lengua.
Diciendo esto, dos guardaespaldas vestidos de negro aparecieron detrás de él.
Los dos gamberros se quedaron helados de miedo.
¿En qué lío se habían metido?
Hasta ese momento, se dieron cuenta de que se habían metido con alguien que no debían.
Gustavo les preguntó de nuevo: -Será mejor para ustedes que me digan la verdad ¿Por qué la intentaron atacar?
Recordando la amenaza del hombre con la máscara, los dos no se atrevieron a decir una
palabra.
Sabían que si hablaban, no solo no recibirían el dinero, sino que perderían la vida.
Insistieron en que solo habían bebido demasiado y actuado impulsivamente.
Al no poder sacarles más información, Gustavo se fue con los guardaespaldas.
Al día siguiente, Dafne recién se había levantado cuando recibió una llamada de la comisaría, informándole que el caso de agresión había sido retirado.
Dafne no se sorprendió mucho.
Sabía que Agustín la había ayudado.
Aunque estaba segura de que si el caso llegaba a juicio, podría defenderse y ser declarada inocente por legítima defensa, no tenía sentido detener a Agustín si él ya había intervenido.
Dafne hizo una llamada cortés para agradecerle a Agustín.
Agustín, con un tono de voz no muy contento, le dijo: -Dafi, no tienes que agradecerme. No quiero volver a escuchar la palabra ‘gracias‘ de tu boca.
Dafne, mirando por la ventana de su habitación, le respondió: -Está bien, no lo haré más.
Agustín continuó: -A los dos que te molestaron anoche, les haré pagar.
Dafne, preocupada de que Agustín hiciera algo ilegal, le dijo: -Esa noche ya me encargué de ellos, además la ley también los castigará. No hace falta que hagas nada más, deja todo lo demás en manos de la justicia.
La voz de Agustín, baja y con autoridad, aún se sentía intimidante a través del teléfono: -A los que te hicieron daño, no dejaré a ninguno sin castigo.
Dafne lo escuchó en silencio, sin decir más nada.
Se preguntó, si Fátima la lastimara, ¿haría él lo mismo?