Capítulo 50
Dafne estaba un poco sorprendida, ya que no sabía que Fátima también vendría.
Agustín le dijo: -Fátima me dijo que quería venir a divertirse, así que la traje.
Pensaba que, al fin y al cabo, en el futuro serían una familia, y sería bueno que Dafne y Fátima se conocieran más.
Dafne asintió con la cabeza y sonrió con naturalidad mientras la saludaba: -Hola.
Mientras hablaban, trajeron el caballo de Agustín.
Era un caballo purasangre muy hermoso. Dafne nunca había venido al establo con Agustín antes, así que era la primera vez que veía el caballo que él criaba.
Dafne quedó deslumbrada; el caballo era alto y majestuoso, y por su aspecto parecía ser un
Hannoveriano alemán.
Fátima le preguntó con voz melosa: -Hermano, ¿qué caballo es este? ¡Es realmente bonito!
Agustín le respondió con calma: -Es un Hannoveriano alemán.
Jaime, que estaba al lado, añadió: -Fátima, no subestimes este caballo, es muy valioso.
Fátima, balanceando el brazo de Agustín, le dijo con coquetería: -Hermano, yo también quiero aprender a montar a caballo, ¿me puedes enseñar?
La mirada de Dafne recorrió las manos de Fátima que agarraban el brazo de Agustín.
¿Por qué sentía una ligera incomodidad en su corazón?
Pronto desvió la mirada.
Agustín, sin cambiar de expresión, retiró su brazo: -Puedo inscribirte en una clase de equitación.
Iris intervino en el momento oportuno: -Srta. Uribe, si quieres aprender equitación, puedes contar conmigo para recomendarte a mi instructor.
-Hermano, pero quiero que tú me enseñes -Fátima seguía insistiendo.
Dafne sintió una incomodidad inexplicable en su corazón.
No sabía cómo describirla.
No quería quedarse allí viendo a Fátima tratando de llamar la atención de Agustín, así que se dio la vuelta y fue al establo a sacar su propio caballo.
Su caballo era un Akhal–Teke blanco, un regalo de cumpleaños que Penélope le dio cuando cumplió diecisiete años.
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Este caballo era completamente blanco, con un pelaje suave que brillaba con un resplandor delicado bajo el sol, pareciendo puro y noble.
El Akhal–Teke tiene otro nombre más conocido: el caballo celestial.
Penélope, sonriendo, le dijo: -Dafi, en estos tres años que no estuviste en Silvania, he cuidado muy bien de Copito.
“Copito” era el nombre que Dafne le había puesto al caballo.
Como era completamente blanco, Dafne lo nombró así.
-Gracias, Penélope -Dafne levantó la mano para acariciar la cara del caballo, y este bajó la cabeza dócilmente, rozando la palma de su mano.
Dafne exclamó con alegría: -Después de más de tres años, ¡Copito todavía me reconoce!
-Por supuesto le dijo Penélope-, los caballos son muy inteligentes.
Dafne llevó al caballo hacia afuera.
Estaba ansiosa por montar y galopar.
Puso el pie en el estribo, y Agustín la sostuvo por el brazo, ayudándola suavemente a subir al
caballo.
-Gracias.
Dafne se alejó a caballo.
No se dio cuenta de la mirada envidiosa y oscura de Fátima detrás de ella.
El rancho de la familia Zúñiga estaba en las afueras, rodeado de vastos campos y praderas
interminables.
Dafne galopaba libremente, con el viento silbando a su alrededor.
Le encantaba esa sensación de libertad.
Era como si solo así se sintiera realmente libre.
Cuando Dafne galopaba, su postura era ligera y ágil, irradiando un gran encanto por todos lados.
La mirada de todos los presentes estaba fija en ella.
Incluso Fátima tuvo que admitir que en ese momento, Dafne brillaba intensamente.
Al ver que Agustín no podía apartar la vista de Dafne, e incluso salió a perseguirla a caballo, Fátima se llenó de celos.
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