Capítulo 51
Dafne y Agustín regresaron después de correr unas vueltas.
Iris, Jaime y Penélope ya no estaban a la vista.
Probablemente se habían ido a montar a caballo.
Solo quedaba Fátima.
Al verlos regresar, Fátima se acercó con una sonrisa dulce-. ¡Guau, Dafi, te ves increíble montando a caballo! ¿Me podrías enseñar a montar?
Dafne se quedó perpleja.
¿No acababa de decir que solo quería que su hermano le enseñara?
Dafne le respondió -Allá hay un instructor de equitación, puedo llamarlo para que te enseñe.
Fátima hizo un puchero, su tono de voz era meloso -Pero el instructor me pondría nerviosa, además no lo conozco y tengo miedo de que me regañe. Dafi, tú eres tan amable, no me regañarías, ¿verdad?
Dafne no estaba acostumbrada a que personas desconocidas le hablasen con tanta familiaridad.
Miró a Agustín, queriendo saber su opinión.
Agustín también la miró, preguntándole -Dafi, ¿quieres enseñarle?
Le devolvió la pregunta a ella.
Dafne reflexionó por un momento.
Después de todo, Fátima era la hermana de Agustín.
Y en el futuro sería su cuñada.
Aunque la primera impresión que tuvo de Fátima no fue la mejor, no pasó nada grave, y ella ya se había disculpado.
En ese momento, Fátima parecía ser amigable.
Dafne, siendo de naturaleza bondadosa, generalmente no sospechaba de las malas intenciones de los demás.
No pensó que Fátima estuviera planeando algo contra ella, así que decidió no rechazar su petición.
-Está bien le dijo Dafne mirando a Fátima-. Hoy puedo enseñarte algunas cosas básicas, para que sientas lo que es montar a caballo. En unos días, tu hermano podría inscribirte en un curso de equitación para que aprendas mejor.
-¿De verdad? -le respondió Fátima con una sonrisa radiante-. Gracias, Dafi.
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Fátima la llamaba “Dafi” de una manera tan dulce que Dafne se sintió un poco incómoda, preguntándose si había pensado demasiado al principio.
Fátima no parecía tener malas intenciones.
Dafne sonrió cortésmente -No hay de qué.
Fátima observaba a Dafne frente a ella.
Ella era su futura cuñada.
Debería llamarla “cuñada“.
Pero esas palabras no le salían de su boca.
En su corazón, no podía aceptar que Dafne algún día sería su cuñada.
No podía soportar que Agustín estuviera con otra mujer.
Agustín agregó, con suavidad -Gracias por esto, Dafi.
Cuando se dirigió a Fátima, su mirada cálida se desvaneció, volviendo a su habitual expresión fría.
Con tono de voz serio de hermano mayor, Agustín le dijo a Fátima -Aprende bien de Dafi, haz lo que ella te diga y cuidate.
-Lo sé, hermano -le respondió Fátima con una sonrisa obediente.
-Ven conmigo -Dafne guiando al caballo.
Fátima la siguió.
-Primero, súbete al caballo -Dafne le explicó pacientemente. Sube desde el lado izquierdo, coloca el pie izquierdo en el estribo y pasa la pierna derecha sobre el lomo del caballo para
sentarte.
Dafne ayudó a Fátima a subirse -Cuidado.
Aunque Fátima no llevaba ropa de montar, su atuendo deportivo también era adecuado.
Una vez que Fátima estuvo montada, Dafne caminó tirando del caballo lentamente.
El caballo blanco, guiado por su dueña, caminaba con calma y suavidad.
-¿Te sientes cómoda? -le preguntó Dafne levantando la vista hacia Fátima.
A espaldas de Agustín, Fátima no se molestó en fingir docilidad.
Su expresión dejó de ser sonriente, y sus ojos mostraban frialdad mientras le respondía secamente -Sí, estoy bien.
Dafne no se molestó por el cambio de actitud de Fátima.
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Capítulo 52