Capítulo 53
Dafne siguió al equipo de rescate hacia afuera.
Penélope e Iris también se apresuraron a llegar.
Iris corrió hasta llegar al lado de Dafne y le preguntó apresuradamente: -¿Qué pasó?
La mente de Dafne estaba nublada, y con una expresión un tanto aturdida le respondió: -No lo sé, hace un momento Fátima me pidió que le enseñara a montar a caballo. Todo iba bien, pero de repente Copito se volvió loco y Fátima fue lanzada al suelo. Parece que se lastimó gravemente.
Penélope frunció el ceño en profundo pensamiento: -Copito se somete a chequeos regulares todos los meses, incluso antes de sacarlo hoy le hicieron un chequeo especial, y todos los indicadores estaban bien. ¿Cómo pudo volverse loco de repente?
Iris apretó los puños: -¿No será que Fátima está detrás de esto? Recuerdo que al principio solo quería que Agustín le enseñara. No le caes muy bien, ¿así que por qué de repente querría que tú le enseñaras?
Penélope dijo: -El personal ya ha controlado a Copito y le han inyectado un sedante. Luego le harán otro chequeo. Dafne, no te culpes, esto no tiene nada que ver contigo.
Al escuchar esto, Dafne miró pensativa hacia donde se había ido el equipo de rescate.
Recordó la extraña sonrisa de Fátima antes del accidente.
Su intuición le decía que Fátima provocó esto a propósito.
Pero, ¿por qué haría algo así?
Pensó en la mirada que Agustín le había dirigido antes, y Dafne parecía tener una respuesta.
¿No temía Fátima por su vida al hacer algo así?
¿Podría ser que para crear una brecha entre Agustín y ella, Fátima estaba dispuesta a llegar a
este extremo?
Apenas era la segunda vez que se veían y Fátima estaba dispuesta a arriesgar su propia vida para tenderle una trampa.
Dafne estaba profundamente impactada.
Esa Fátima era una completa psicópata.
En la ambulancia.
Fátima tenía el rostro pálido, sus ojos estaban llenos de lágrimas, luciendo bastante desvalida.
Con una voz quejumbrosa, le decía a Agustín: -Hermano, me duele mucho…
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Agustín la consoló con suavidad: -Ya casi llegamos al hospital, veamos qué dice el médico.
Las lágrimas de Fátima comenzaron a caer, su voz era débil y sollozante: -Realmente me duele mucho, cuando me caí del caballo, tuve mucho miedo, hermano… temí no volver a verte…
Apretó con fuerza la mano de Agustín, y su llanto era entrecortado: -Hermano, ¿te estoy causando problemas? Es que… todos estábamos pasándolo bien hoy, y luego tuve este accidente,… ¿soy un problema, hermano?
-No digas eso le dijo Agustín, con un brillo de tristeza en sus ojos.
Después de todo, era la hermana que había criado, aunque no de sangre, como si lo fuera.
-Está bien, no llores más le dijo Agustín con voz suave, tratando de calmarla-. Ya casi llegamos al hospital.
Fátima siguió sollozando: -Si me consuelas, ya no me va a doler…
Agustín extendió la mano y le acarició suavemente la cabeza: -Sigues siendo igual que cuando eras niña.
En el hospital.
El médico le hizo radiografías y exámenes a Fátima.
Sus lesiones no eran especialmente graves: fractura de coxis, lesión de tejidos blandos, leve dislocación del codo y varias abrasiones en el cuerpo. Afortunadamente, no tenía lesiones internas.
El médico dijo que era una fractura estable, y que probablemente se recuperaría con un mes de hospitalización.
Después de los exámenes, la enfermera le puso una inyección para el dolor, y Fátima, que había estado quejándose de dolor, finalmente se calmó.
Dafne llegó al hospital y justo al llegar a la puerta de la habitación, escuchó a Fátima tratando de atraer a Agustín.
Con una voz melosa, le decía: -Hermano, tengo una escayola en el brazo, no puedo comer sola, ¿me puedes dar de comer?
Dafne se detuvo en seco.
Dudó.
¿Sería apropiado entrar en ese momento?
Luego escuchó voz de Agustín: -Llamaré a una enfermera para que te ayude.
Fátima insistió, con tono de voz caprichoso: -Ay, no, quiero que tú me des de comer, ¿por qué
no quieres?
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