Capítulo 60
Sin embargo, ahora que Baltasar había desbloqueado su tarjeta bancaria, esa cantidad de dinero no significaba mucho para ella.
Era como gastar dinero para mantener buenas relaciones.
A mitad de la comida, Dafne se levantó para ir al baño.
Serena, con tono de voz burlón, comenzó a decirle con sarcasmo: -Srta. Rosales, ¿a dónde vas? ¿No será que no puedes pagar y vas a escaparte? Jajajaja.
Dafne, sin mostrar emoción, le respondió en tono calmado: -Voy al baño, ¿qué pasa? ¿No confías en mí? ¿Quieres venir conmigo?
-¡Cómo crees! Solo estaba bromeando, no es mi culpa si te lo tomas en serio -le respondió Serena con aire despreocupado.
Dafne no le hizo más caso, abrió la puerta del salón privado y salió.
En el camino al baño pasó por el área del ascensor, y al girar la cabeza, se encontró con una
mirada familiar.
Agustín, sorprendido, le dijo: -¿Dafi? ¿Qué haces aquí?
A su lado, varios hombres de negocios con trajes elegantes lo acompañaban.
El salón donde Dafne estaba comiendo se encontraba en la planta baja, y por el aspecto de Agustín, parecía que acababa de terminar de comer y bajar.
Mientras le hablaba, Agustín se acercó a ella.
Dafne sonrió: -Agus, ¡qué coincidencia! Hoy estoy aquí invitando a mis compañeros de trabajo
a cenar.
Agustín sabía que Dafne ya había empezado a trabajar en el Bufete Justicia.
Asintió levemente, con una expresión suave, y le preguntó: -¿Te estás acostumbrando a tu primer día de trabajo?
-Sí, todo va bien.
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Dafne no mencionó que Serena y algunos compañeros se estaban aprovechando de ella.
Agustín le preguntó de nuevo: -¿La reunión está por terminar? Puedo llevarte a casa.
Dafne negó con la cabeza: -Todavía falta, tú vete primero.
-Está bien–Agustín pensó en algo y añadió. Este lugar está bastante lejos de tu casa, ¿has contactado al chofer de tu familia para que te recoja?
-No, más tarde volveré a un apartamento que tengo cerca de aquí.
-Bien, cuídate.
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-Sí, sí.
Dafne se despidió de Agustín y regresó al salón.
Después de la comida, Dafne fue al mostrador a pagar.
El empleado le informó que ya alguien había pagado la cuenta.
¿Quién más podría ser sino Agustín?
Sacó su teléfono y le envió un mensaje a Agustín.
“Agus, gracias.”
Agustín le respondió rápidamente.
“Ya te dije que no tienes que agradecerme nada.”
“Dafi, ¿ya terminaste? Estoy esperándote en el estacionamiento a la izquierda de la salida. No me quedo tranquilo sabiendo que regresas sola a casa de noche.”
Al leer el mensaje, Dafne sintió un calor en su corazón.
“Ya casi termino, te veré en un momento.”
Después de enviar el mensaje, los compañeros de trabajo comenzaron a salir del salón.
Algunos de los compañeros hombres estaban bastante borrachos, y Dafne les ayudó a llamar
un taxi.
Serena había venido en coche y no había bebido.
Se subió a su Honda Civic, bajó la ventana y le sonrió a Dafne con una expresión bastante satisfecha: Srta. Rosales, me voy, tú toma un taxi para regresar, adiós.
Dafne le sonrió amablemente: -Adiós.
Casi todos se habían ido, excepto Inés.
Dafne le preguntó: -¿Dónde vives? Te puedo ayudar a llamar un taxi.
La joven rápidamente agitó las manos: -No, no, yo renté un lugar cerca. Puedo ir caminando.
Dafne estaba un poco preocupada, después de todo, Inés era una chica joven.
-¿Estás segura de que puedes sola?
-Sí, no te preocupes, a esta hora las calles están muy concurridas, y es muy seguro. Además, no está lejos, a menos de un kilómetro.
Dafne le dijo: -Está bien, nos vemos mañana.
Inés caminó un poco, luego de repente se dio la vuelta y corrió de nuevo hacia Dafne.
-Srta. Rosales, muchas gracias por todo hoy -la joven parecía un poco tímida-. Eres muy buena persona, Escuché que no tienes asistente ahora, si alguna vez necesitas ayuda con
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documentos o materiales que tengas, cuenta conmigo.
Dafne le sonrió: -Gracias.
Después de que Inés se fue, Dafne fue al estacionamiento a buscar a Agustín.
Subió al coche y le dio una dirección.
Era cerca, solo tomaría unos minutos en coche.
Agustín la llevó hasta la entrada del conjunto residencial.
-Voy a quedarme a vivir aquí —le dijo Dafne-, es más conveniente para ir al trabajo.
Agustín asintió con la cabeza. -Está bien, vendré a verte con frecuencia.
-De acuerdo, voy subiendo, adiós.
Dafne se disponía a bajar del coche, cuando su móvil sonó.
Lo sacó, y al mirar la pantalla, frunció el ceño.
“Dafne, estoy en Silvania, ¿nos podemos ver?”
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