Capítulo 83
Bruno miró los rayos del sol que se filtraban, con los ojos entrecerrados y la voz baja -Dafne.
Ginés, sorprendido, elevó la voz -¿Qué? ¿Dafne? ¿Ella se va a comprometer? ¿Con quién?
-No me importa quién sea él la voz de Bruno estaba llena de una locura obsesiva-. No voy a dejar que se comprometa con ese hombre, jella solo puede ser mía! ¡Voy a recuperarla!
-Pero… -Ginés se quedó sin palabras al escuchar el arrebato de Bruno.
Después de un momento, le habló con cautel a–Bruno, ¿no crees que esto es muy poco ético?
Bruno soltó una risa fría -¿Muy poco ético? No me importa, solo quiero que ella esté a mi lado. Ginés se quedó atónito al escuchar eso.
¿En serio, amigo? Cuando estaba contigo la despreciabas.
Luego, cuando tu primer amor regresó al país, te fuiste con ella.
Ahora que terminaron, y ella está a punto de comprometerse, ¿ahora estás obsesionado con ella?
Y encima dices que no te importa la ética, solo te importa tenerla a tu lado.
De verdad, esto es ridículo.
Ginés abrió la boca, suspiró y le dijo -Amigo, eso de quitarle la prometida a alguien nunca lo he hecho, no puedo aconsejarte esta vez, pero te deseo suerte.
El fin de semana.
En el apartamento la Villa Serena.
Agustín cocinó el almuerzo para Dafne.
Después de comer, Dafne le dijo -He quedado con unos compañeros de trabajo para visitar esta tarde a otro compañero que está hospitalizado.
-¿Es la victima del incidente con el cuchillo?
Dafne asintió -Sí, voy con algunos compañeros del bufete, y debemos comprar algunas flores y frutas como regalo.
Agustín le respondió -De eso se encargará mi asistente.
Dafne no se opuso -Está bien.
Gustavo llegó en coche para recogerlos.
-Sr. Junco, aqui está la cesta de frutas y flores que pidió -Gustavo abrió el maletero de su
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Capitulo 83
auto, donde estaban las cosas que Dafne necesitaba.
-Bien asintió Agustín.
Dafne sonrió -Gracias, Gustavo.
Gustavo le respondió sonriendo -No es nada.
Quince minutos después, llegaron al hospital.
Dafne bajó del coche y fue a buscar la cesta de frutas en el maletero.
Justo cuando el auto se alejaba, Serena se acercó -Vaya, Srta. Rosales, ¿no me equivoqué al ver que bajaste de un Rolls–Royce?
Dafne frunció el ceño -¿Y qué?
Serena sonrió de una manera extraña -No me lo imaginé, Srta. Rosales.
Guillermo, su compañero de trabajo, le preguntó con una expresión chismosa -Srta. Rosales, ¿quién era ese?
Dafne le dijo -Mi novio.
-¿Novio? Jajaja -Serena se rio, con un tono de voz sarcástico-. Te entendemos.
Dafne ignoró sus comentarios y se dirigió adentro del hospital con la cesta de frutas -Voy a
ver a Víctor.
Cuando Dafne se alejó, Serena chismeó con Guillermo -Aquel que conducía el Rolls–Royce seguro es un viejo millonario que está manteniendo a Dafne. Jamás lo habría adivinado.
Guillermo, siempre dispuesto a chismear, asintió con la cabeza -Sí, eso mismo pensaba, ¿cómo pudo invitar a toda la firma de abogados a almorzar en La Mesa Dorada y gastar casi diez mil dólares como si nada? Ahora todo tiene sentido, la están manteniendo.
Serena mostró desprecio en su tono de voz -Es una vergüenza para nuestro bufete.
Al día siguiente, lunes.
En el Bufete Justicia.
Por la tarde, cerca de la hora de salida, la supervisora Helena se acercó al escritorio de Dafne y le entregó unos documentos.
-Dafne, según la tradición de nuestro bufete, normalmente el área de negocios se encarga de negociar casos, pero sabes que como abogados necesitamos habilidades de negociación. A menudo, es mejor que uno mismo negocie los casos. Aquí tengo uno que necesito que tú
negocies.
10.10