Capítulo 86
Ella levantó la cabeza de repente y se encontró con la mirada preocupada de Agustín.
Agustín la abrazó -Dafi, ¿qué sucede? ¿Por qué corrías así de rápido? -Agus…
Dafne apenas había pronunciado su nombre cuando los hombres que la perseguían llegaron.
Guillermo, al ver la situación, cambió rápidamente su expresión y fingió no tener nada que ver con lo que pasaba, pasando a la ligera junto a Dafne.
-¡Maldita sea, a ver a dónde corres hoy! Te voy a… -Jesús la seguía lanzando insultos, pero al levantar la vista y ver que Dafne estaba en brazos de un hombre, con cuatro guardaespaldas detrás de él, se quedó sin palabras.
¡Ese hombre era el presidente del Grupo Junco!
Jesús tenía una expresión de asombro y temor en su rostro, tan sorprendido que no podía articular palabra.
-¡Caray! ¡Esta mujer sí que puede correr! -Miguel llegó justo detrás.
Agustín puso a Dafne detrás de él y miró fríamente a los dos hombres frente a él.
-¿Usted es… el Sr. Junco? -Miguel frenó en seco, pálido de miedo.
Jesús, al ver que Agustín protegía a Dafne, supo al instante que estaba en serios problemas.
¿Dafne conocía a alguien como Agustín?
En Silvania, todos los empresarios deseaban congraciarse con la familia Junco. Aunque ellos dos eran apenas gerentes de empresa y no tenían la categoría para relacionarse con la familia Junco, conocían a Agustín, el presidente del Grupo Junco.
Agustín tenía el rostro tenso, irradiando una sensación de tormenta inminente.
Jesús rápidamente cambió a una sonrisa aduladora -Sr. Junco, ¿conoce a la Srta. Rosales?
Agustín no se molestó en hablar con esos dos hombres. Con lo que había oído de ellos era suficiente para no preguntar más.
Les hizo un gesto a sus guardaespaldas.
Los cuatro guardaespaldas avanzaron e inmovilizaron a los dos hombres.
Dafne le contó a Agustín toda la historia con lujo de detalles.
Agustín tomó la mano de Dafne -Te llevo a casa.
Dafne siguió obediente a Agustín hacia afuera. Después de unos pasos, no pudo evitar mirar hacia atrás -¿Qué piensas hacer con esos dos?
La voz de Agustín fue fría -Les daré una lección.
19:48 C
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…
Dafne subió al coche con Agustín.
El chofer, sorprendido al ver regresar a Agustín, le preguntó -Sr. Junco, ¿va a regresar ahora?
-Ve a la Villa Serena.
Después, Agustín recordó algo y se giró hacia Dafne -¿Por qué no llevaste a los
guardaespaldas que te asigné?
Dafne se quedó perpleja.
¿Quién iba a imaginar que en una reunión de negocios se encontraría con gente tan pervertida? Ella murmuró con cierta vergüenza -Yo… yo tampoco pensé que pasaría algo así…
-La próxima vez, llévalos contigo.
Dafne asintió obedientemente -Está bien.
En el club.
Los guardaespaldas arrojaron a Jesús y Miguel dentro del salón privado, cerrando la puerta con un golpe.
Jesús se arrodilló suplicando -Señores, sé que estuve mal, no sabía que la Srta. Rosales era conocida del Sr. Junco, ¡no me atreveré a hacerlo de nuevo, por favor, perdóneme!
Miguel temblaba de miedo -Yo también sé que estuve mal, le ruego que me perdone.
Los guardaespaldas no perdieron tiempo, y comenzaron a actuar.
-¡Ahhh!
-¡Socorro! ¡Ayuda!
Uno tras otro, los cuatro guardaespaldas hicieron lo que mejor saben hacer, y los gritos de dolor de Jesús y Miguel resonaron en el salón, hasta que ya no pudieron pedir clemencia.
19:48