Capítulo 89
Una hora después, Dafne apareció en la oficina de Helena.
Dejó el contrato que tenía en la mano frente a Helena y le dijo:
-Srta. Helena, he completado la tarea que me encomendó. Aquí tiene un contrato de asesoría legal por cinco años, ya se han depositado quince mil dólares. Además, firmé tres casos de disputas de crédito y uno de infracción de patente, todos como agentes generales. Se pagaron los honorarios de los abogados. Sumando los quince mil de la asesoría legal, en total son ochenta mil dólares. Si no me cree, puede pedirle al departamento de finanzas que le muestre los registros de las transacciones. Yo también tengo el comprobante de pago.
Mientras hablaba, Dafne abrió la galería de su teléfono y mostró la captura de pantalla del pago a Helena.
-He cubierto las pérdidas del bufete.
Helena estaba estupefacta. Con incredulidad, revisó el contrato y al ver las firmas y sellos, una expresión de asombro cruzó por su rostro.
-El Grupo Rosales… ¿Baltasar es tu…?
Dafne sonrió.
-Es mi padre.
Con un golpe seco, el contrato cayó de las manos de Helena al suelo. Miró rápidamente hacia
arriba.
-¿Eres la hija de Baltasar Rosales?
Después de esa serie de problemas que le cayeron, Dafne ya no quería seguir siendo discreta.
-Así es le respondió ella.
Helena aún no se recuperaba del shock cuando recibió otra llamada.
-Helena, ¿qué antecedentes tiene la Srta. Rosales de tu bufete? ¿Cómo conoce al presidente del Grupo Junco, Agustín Junco? Anoche, mi jefe Miguel fue golpeado por los guardaespaldas del Sr. Junco y llevado al hospital. Esta mañana, el departamento de auditoría y la oficina de impuestos vinieron a nuestra empresa a revisar las cuentas. Después de investigar, me dijeron que todo fue por orden del Sr. Junco.
¿Agustín Junco?
El rostro de Helena palideció y comenzó a sudar.
Colgó el teléfono, con el corazón latiendo con fuerza.
-¿Tú… conoces al presidente del Grupo Junco?
Dafne cruzó los brazos, con una mirada fría.
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-Sí, es mi prometido, y también es ese supuesto benefactor mío, el del Rolls–Royce.
Helena estaba empapada en sudor frío y balbuceó:
-Yo… lo siento, no sabía que usted era la prometida del Sr. Junco…
En ese momento, Helena se dio cuenta de que había sido engañada por Fátima.
No se atrevía a ofender a la familia Junco, así que cuando la hija adoptiva de la familia Junco le pidió que fuera tras Dafne, no tuvo más remedio que obedecerla.
Pero Fátima no le había dicho que Dafne era la hija de Baltasar Rosales y la prometida de Agustín.
Ahora que Agustín había visto personalmente cómo molestaban a Dafne y había intervenido, ¿significaba eso que ella también se había metido en problemas?
Tan pronto como Dafne salió, Helena llamó a Fátima.
-Srta. Uribe, ¿esa Dafne es la prometida del Sr. Junco?
Fátima odiaba que le mencionaran eso y le respondió con impaciencia:
-¿Podrías llamarme solo para decirme algo útil? No tengo tiempo para tus tonterías.
Al ver que no lo negó, Helena se puso nerviosa.
-Me pediste que la hostigara, pero no dijiste que era la prometida del Sr. Junco. Ahora estoy arruinada, me metí indirectamente con el Sr. Junco, ¡tienes que ayudarme!
-Jaja, idiota. Si no fuera la prometida de Agustín, ni me molestaría en hacerle la vida imposible. ¿Me estás pidiendo ayuda? No tengo tiempo para eso.
-Srta. Uribe, yo seguí tus órdenes al hacer que Dafne se reuniera con esos dos viejos pervertidos. Si no me ayudas, te delataré. No querrás que el Sr. Junco se entere de lo que haces a sus espaldas, ¿verdad?
Fátima odiaba ser amenazada.
-¿Te atreves a amenazarme? -le dijo entre dientes.
-Ya me oíste, Srta. Uribe. Ahora esos dos viejos ya fueron golpeados por Agustín, y tal vez yo sea la siguiente. Si algo me pasa, tú tampoco saldrás beneficiada.
-No es gran cosa, inventa una excusa y renuncia. Puedo recomendarte a otro bufete. Si la familia Junco realmente te busca, simplemente insiste en que no sabías que esos dos viejos eran unos pervertidos. Si ocurre algo, te respaldaré, pero si te atreves a revelar una sola palabra, no te lo perdonaré jamás.
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