Capítulo 93
Serena había pasado todo el día con el corazón en un puño, y también había estado en la oficina de Dafne todo el día.
Había intentado persuadirla con todo tipo de palabras suaves y amables, pero Dafne no cedía y no decía que retiraría el caso.
A Serena solo le faltaba arrodillarse para suplicarle.
-Srta. Rosales, no guarde rencor, considéreme como un error insignificante y déjeme ir, se lo suplico. Si me condenan y me quitan la licencia de abogada, mi vida estará arruinada.
-Srta. Rosales, por favor retire la demanda, estoy dispuesta a hacer cualquier cosa por usted.
Dafne la miró fríamente. -No es necesario.
-Srta. Caldera, en la vida hay muchas oportunidades, perder la licencia no es el fin del mundo. Si no puedes seguir en esta profesión, busca otra -Dafne le dio unas palmaditas en el hombro a Serena-. ¡Ánimo! Creo en ti.
Al final de la jornada, Dafne salió de la firma siguiendo a sus compañeros.
De repente, una compañera le dio un golpecito en la manga. ¡Mira eso! ¡Un tipo guapísimo!
Los demás también miraron hacia allí, murmurando.
Dafne siguió la mirada de su compañera y de pronto se detuvo.
Era Agustín.
Alto y guapo, con hombros anchos y piernas largas, parecía un modelo caminante. Llevaba un abrigo negro de Armani que le quedaba mejor que a cualquier modelo.
Agustín estaba apoyado en el coche hablando por teléfono.
Era pleno otoño, oscurecía temprano y las luces de la calle ya estaban encendidas.
Desde ese ángulo, Dafne podía ver claramente su perfil delgado y su nariz prominente. La cálida luz amarilla suavizaba sus rasgos.
Como si tuvieran un sexto sentido, justo cuando Dafne lo miró, Agustín volteó a verla.
Sus miradas se cruzaron en el aire, y Agustín colgó el teléfono y se dirigió hacia ella.
Las compañeras de inmediato se emocionaron.
-¡Ah, viene hacia aquí!
-¡Estoy nerviosa, debí haberme maquillado hoy! Con esta cara lavada, ¡qué pena acercarme a hablarle!
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-No importa, aunque estuvieras maquillada, no podríamos con alguien así.
En un abrir y cerrar de ojos, Agustín ya estaba frente a Dafne.
Dafne escuchó claramente el sonido de sus compañeras conteniendo el aliento.
-Jaime organizó una reunión, Penélope e Iris también están. Vine a llevarte -dijo Agustín con su voz grave y seductora, que sonaba aún más irresistible cuando era suave.
Las compañeras miraron sorprendidas.
–
Dafne sonrió y presentó a Agustín. Él es mi prometido.
Las compañeras abrieron los ojos de par en par, incrédulas.
Había rumores de que el “patrocinador” de Dafne, que conducía un Rolls–Royce Cullinan, era un hombre viejo y desagradable.
Pero este hombre frente a ellas, casi de un metro noventa, era atractivo y elegante, más guapo que cualquier actor de televisión.
En ese momento, todas llegaron a la misma conclusión: los rumores no eran ciertos.
Las compañeras no tardaron en elogiar a Agustín y felicitar a la pareja.
En el salón privado.
Dafne le contó a Agustín sobre lo sucedido en la firma.
-¿Sabes por qué estaban tan sorprendidas al verte? -dijo Dafne-. Antes, una compañera me vio bajar de tu coche y corrió el rumor de que estaba con un millonario, diciendo que mi patrocinador era un viejo desagradable.
Agustín, al escucharlo, la miró con seriedad. -¿Rumores?
-Sí -respondió Dafne con calma-. Pero ya lo resolví, no te preocupes.
-¿Cómo es eso? ¿Alguien se atrevió a decir que estabas con un viejo? -Jaime exclamó sorprendido-. Dafi, si alguien te molesta, ¿por qué no nos lo dijiste?
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