Capítulo 15
Pero Rafael no se atrevía a decir la verdad. Si Floriana se enteraba de que había comido una caja entera de helado, ¡seguro que culparía a su mamá!
Mamá era tan dulce y cariñosa con él, ¿cómo podía permitir que Floriana le echara la culpa?
Para evitar que Floriana siguiera preguntando, Rafael extendió los brazos y dijo: -Mamá, ¿me puedes abrazar?
Floriana instintivamente quiso alzar los brazos, pero recordando que estaba embarazada, se
detuvo.
-Me siento un poco incómoda, mejor que te abrace papá le dijo mientras le acariciaba la cabeza a Rafael.
Al escuchar esto, Rafael hizo un puchero de descontento.
Era la primera vez que Floriana se negaba a abrazarlo.
Aunque estaba enferma, Rafael recordaba que antes, incluso enferma, Floriana siempre lo
abrazaba.
¿Acaso Floriana estaba enojada con él?
Rafael la observaba con cautela.
Al ver su rostro pálido, Rafael se sintió de pronto preocupado.
-Mamá, ¿estás enojada conmigo? -preguntó Rafael con ojos suplicantes-. Lo siento, no debí esconder que comí helado. No lo volveré a hacer.
Floriana nunca le permitía a Rafael comer helado, ya que él sufría de asma congénita y tenía un sistema digestivo delicado. El doctor había recomendado evitar dulces y alimentos fríos.
Justo cuando Floriana iba a explicarle, Valentín intervino: -Tu mamá no está enojada contigo.
Su tono era tan seguro que no parecía que Floriana fuera a contradecirlo.
Floriana parpadeó y presionó sus labios en silencio.
-Mamá, ¿de verdad no estás enojada? -preguntó Rafael, buscando una confirmación.
Floriana le sonrió suavemente. -Claro que no estoy enojada.
-Entonces, ¿puedes quedarte conmigo hoy? -Rafael tenía los ojos llorosos y su voz sonaba aún más lastimada-. Me siento mal, quiero el caldo que tú haces.
Floriana dudó un segundo y luego asintió. -Está bien.
Rafael fue al médico. Tenía la garganta inflamada y le recetaron algunos medicamentos. Se recomendó una dieta ligera, mucha agua y descanso.
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De vuelta en Villa Encanto, Valentín llevó a Rafael a descansar a su habitación.
Floriana fue a la cocina a preparar el caldo.
Media hora después, Floriana subió con el caldo.
La puerta de la habitación de Rafael estaba entreabierta y se escuchaba su voz.
-Mamá, no te preocupes. El doctor dijo que con un poco de medicina estaré bien… No es culpa de mamá, si no me hubieras comprado ese helado no habría descubierto lo delicioso que es… ¡Y esas galletas, papas fritas y paletas también son muy ricas! ¡Nunca había comido tantos bocadillos!
Floriana se detuvo en seco al escuchar eso.
La voz de Rafael continuaba:
-Floriana no se va a enojar, ella sabe que estoy enfermo y se preocupa por mí. Ahora mismo está abajo preparando el caldo. Mamá, como tú no te sientes bien, no te voy a visitar estos días porque no quiero contagiarte… No te preocupes por mí, Floriana me cuidará bien.
Floriana se quedó afuera de la puerta, con las manos tensas sobre la bandeja.
¡Tatiana le había dado a Rafael tantas chucherías!
Lo que la sorprendía aún más era que en tan solo unos días, Rafael parecía haberse encariñado
mucho con Tatiana…
Aunque sabía que no tenía derecho a sentirse así, ver al niño que había criado con tanto amor llamando “mamá” a Tatiana le causaba un dolor inevitable.
La sangre es más espesa que el agua. Por más que ella se esforzara en ser sincera, nunca podría competir con los lazos de sangre.
Al final, siempre fue una extraña.
…
Después de terminar la llamada con Tatiana, Rafael pensó en Floriana.
Llamó a su “mamá” desde la habitación, pero como Floriana no respondió, decidió bajar a buscarla.
Sin embargo, la cocina estaba vacía,
Al salir de la cocina, vio que en la mesa había un tazón de caldo.
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