Capítulo 25
Rosa terminó de bañarse y se puso ropa nueva. Floriana y Luna la llevaron después a una peluquería.
Durante su tiempo en prisión, Rosa se había cortado el cabello muy corto, y en esos cinco años le habían salido muchas canas. Floriana pidió al estilista que le tiñera el cabello de negro y le diera un corte moderno.
Al salir de la peluquería, Rosa se sentía como una persona nueva.
Floriana había reservado un salón privado en el Hotel Corona del Rey, y justo al mediodía, las tres llegaron al lugar.
El salón estaba en el tercer piso, y un mesero las guiaba hacia allí.
De repente, se encontraron de frente con un grupo de personas. Al frente iba un anciano de aspecto distinguido, acompañado de un hombre joven cuyos rasgos recordaban a Floriana.
El ceño de Floriana se frunció de inmediato.
Jamás habría esperado encontrarlos allí.
Rosa vio al grupo, y su rostro se tornó pálido. Se detuvo en seco.
Luna también se quedó perpleja. ¿Acaso el mundo era tan pequeño?
¡El primer día que señora Jaramillo salía de la cárcel y se topaba con ellos!
-¡Qué mala suerte! -murmuró Luna-. Vamos a tener que pasar otra vez por el fuego al regresar a casa para limpiarnos.
Rosa apretaba los labios en silencio, pero su cuerpo tenso delataba su nerviosismo.
Floriana quiso rodear a la familia Sagel para evitarlos, pero ellos ya las habían visto.
Joaquina Sagel golpeó fuertemente el suelo de mármol con su bastón mientras exclamaba: -Isa, ¿esa es la desgraciada que mató a tu padre?
Isaac Sagel miró a Rosa con odio en los ojos: -Abuela, sí, es ella.
-¡Qué barbaridad! -Joaquina exclamó furiosa-. ¡Ni siquiera en mi ochenta cumpleaños puedo tener paz! ¡Esa desgraciada ya salió de prisión!
Los demás miembros de la familia Sagel también mostraron su descontento.
-Mi hermano murió injustamente, y ella, después de cinco años en prisión, sale y se da el lujo de venir a un hotel de lujo a comer y beber. ¡Es increíble!
-¡Mi tío murió injustamente! Si no fuera por Floriana protegiendo a esa mujer, ya habría recibido su merecido.
Joaquina apretaba los dientes, llena de rencor: -Mi hijo murió injustamente. Que esa
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desgraciada no crea que cinco años de cárcel borran lo que hizo.
-No te preocupes, abuela, yo me encargaré de vengar a papá -dijo Isaac mientras avanzaba hacia Floriana y Rosa.
Floriana vio a Isaac acercarse con malas intenciones y protegió a Rosa colocándola detrás de ella.
-Isaac, mira bien, esta es tu madre -dijo Floriana, enfrentando con valentía los ojos llenos de odio de Isaac-. Si te atreves a tocarla, te las verás conmigo.
Isaac observó a Floriana, que parecía una gallina defendiendo a sus polluelos, y soltó una risa sarcástica: -Floriana, pronto te darás cuenta de que la cárcel es el mejor refugio para ella.
El corazón de Floriana dio un vuelco.
Rosa bajó la cabeza, temblando como una hoja.
Isaac se parecía mucho a su padre biológico, especialmente en ese momento, con esa actitud
amenazante.
Las imágenes de las golpizas pasaban por la mente de Rosa, aferrándose con fuerza a la mano
de Floriana.
Floriana sintió su ansiedad y la tranquilizó en voz baja: -Mamá, no tengas miedo, estoy aquí
contigo.
Un mesero pasó empujando un carrito de comida a su lado.
Isaac fijó su mirada en la sopa caliente que humeaba sobre el carrito y soltó una risa fría: -Vamos a ver cómo la proteges entonces.
Sin más, Isaac tomó el tazón de sopa y lo lanzó directamente hacia Rosa…
-¡Mamá! ¡Cuidado! -gritó Floriana.
-¡Flori!
En el momento en que la sopa volaba hacia ellas, Floriana empujó a Rosa a un lado.
La mayor parte de la sopa se estrelló contra la pared, pero el brazo de Floriana no pudo evitar el contacto, y terminó con una gran quemadura roja en la mano.
El dolor ardiente la hizo palidecer.
-¡Flori!
Al ver la quemadura de Floriana, Rosa rompió en llanto, llena de culpa y arrepentimiento: -Es mi culpa, todo es por mi culpa…
Floriana, aguantando el dolor, trató de calmar a su madre: -Estoy bien, solo necesito un poco de pomada y estaré bien.
Luna, furiosa, se adelantó y le gritó a Isaac: -¡lsaac, eres peor que un animal! ¡Esa es tu madre
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y tu hermana, y aun así te atreves a hacerles esto!
Isaac, con el rostro sombrío, empujó a Luna con fuerza: -¡¿Quién te crees para venir a gritarme?!
Luna retrocedió varios pasos, a punto de caer, pero un hombre que venía detrás la sostuvo.
Luna, al recuperar el equilibrio, estaba a punto de agradecer cuando lo reconoció: -¡Señor Quijano!
Guillermo Quijano le sonrió con amabilidad: -Dra. Alarcón, qué coincidencia. ¿Qué está pasando aquí?
Sus ojos, cálidos y atentos, recorrieron la escena, deteniéndose en la mano herida de Floriana, y frunció el ceño al ver la quemadura.
Luna estaba a punto de explicar cuando de repente la puerta del salón privado se abrió…
Valentín, con su figura esbelta, salió del salón.
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