Capítulo 27
Al escuchar esas palabras, los ojos de Floriana se contrajeron con sorpresa.
Valentín alzó una ceja, su mirada se posó en Floriana, sus ojos alargados se entrecerraron ligeramente, pero no dijo nada.
Tatiana le dedicó una sonrisa amable a Rosa y preguntó con cortesía:
-Señora, mucho gusto. No la he visto antes. ¿Usted y Valentín son…?
-Yo… -Rosa se quedó sin palabras por un momento, y tras pensarlo, solo dijo: El señor Ferrer me ha ayudado. Es mi benefactor.
-Ya veo–respondió Tatiana, mirando a Valentín-. Rafael me llamó. El pequeño está haciendo berrinche y nos está pidiendo que volvamos a casa.
Al escuchar esto, Valentín asintió con calma.
-No podemos complacerlo en todo. Dile que volveremos después de comer.
-Tienes razón -contestó Tatiana con suavidad, mientras tomaba su celular y regresaba al comedor.
-Rafael…
La puerta del comedor estaba abierta, y se escuchaba la voz suave y cálida de Tatiana hablando con Rafael.
-Mamá y papá están en una reunión… con un amigo muy importante de papá… Rafael es el niño más bueno… Cuando regresemos, mamá te llevará un regalo…
Rosa se mostró sorprendida.
-¿El señor Ferrer y la señora Ferrer ya tienen hijos?
Valentín permaneció en silencio, pero Guillermo, para evitar que Rosa se sintiera incómoda, respondió rápidamente:
-¡El hijo del señor Ferrer ya tiene más de cinco años! Es un niño muy inteligente y adorable, ¡ha heredado los buenos genes de sus padres!
…
-Luna miraba a su antiguo ídolo con desdén.
Rosa, al escuchar esto, se sintió feliz por Valentín.
-Por supuesto, el hijo del señor Ferrer debe ser extremadamente talentoso.
Floriana se tambaleaba, su rostro pálido como el papel.
Luna, incapaz de soportar más la situación, tomó a Rosa del brazo.
-Señora, es mejor que llevemos a Flori al hospital para tratar su quemadura.
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-¡La quemadura de Flori! -Rosa miró rápidamente la mano de Floriana.
En tan solo un momento, la mano de Floriana ya estaba cubierta de ampollas.
Rosa sintió un dolor punzante en el corazón, la culpa la abrumaba.
-¡Qué cabeza la mía! Flori, vamos al hospital de inmediato.
Floriana bajó la mirada y asintió ligeramente.
Luna y Rosa, acompañando a Floriana, se fueron apresuradamente.
Una vez que las tres se marcharon, Valentín retiró la mirada.
Guillermo lo observó, frunciendo ligeramente el ceño.
-¿Conoces a la hija de la señora Jaramillo?
Valentín giró la cabeza hacia él, sus ojos oscuros irradiaban frialdad.
-Eres bastante curioso.
-¿Eh? -Guillermo se quedó perplejo.
Al regresar del hospital, ya eran casi las dos de la tarde.
En el camino, Floriana había llamado al hotel para pedir que enviaran comida a casa.
Al llegar, las tres tomaron un almuerzo sencillo, y Floriana se retiró a su habitación para descansar, alegando su herida.
Rosa estaba algo desanimada, y Luna, temiendo dejarla sola, decidió quedarse para hacerle compañía.
En su habitación, Floriana se recostó en la cama, sintiéndose adormilada.
De repente, su celular vibró.
Al ver que era Valentín quien llamaba, contuvo la respiración.
Su intención era no contestar, pero pensando que podría ser para hablar del trámite de divorcio, decidió atender.
-¿No has vuelto a casa en estos días?
La voz de Valentín, tan fría y profunda como siempre, resonó en el teléfono.
Floriana respondió con sinceridad:
-Me he mudado.
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