Capítulo 28
Valentín hizo una pausa al otro lado del teléfono antes de preguntar:
-¿Por qué quieres mudarte?
Floriana pensó que la razón detrás de su pregunta era que él ya había decidido dejarle la Villa Encanto, así que no veía la necesidad de que ella se mudara.
-No planeo quedarme con la Villa Encanto -dijo Floriana, haciendo una pausa antes de agregar-: Ya me llevé lo que necesitaba, lo demás puedes disponerlo como quieras.
-¿Estás segura de tu decisión? -La voz de Valentín seguía siendo distante-. Todavía podemos modificar el acuerdo, si tienes alguna condición, solo dilo.
-No es necesario, dejémoslo así como está el acuerdo -respondió Floriana, sintiéndose agotada, sin ganas de seguir desgastándose en ese matrimonio.
Incluso su propia madre pensaba que Valentín y Tatiana eran la pareja perfecta. En ese matrimonio, Floriana se sentía como un bufón ridículo.
Valentín no respondió.
Ambos permanecieron en silencio durante más de medio minuto.
-¿Cuándo tienes tiempo para ir a firmar el divorcio? -preguntó Floriana.
-¿Tienes prisa? -replicó Valentín, sorprendiéndola.
¿Acaso él no tenía prisa? Ya había hecho pública su relación con Tatiana, ¿no tenía miedo de que si alguien se enteraba, su querida actriz sería tachada de amante?
¿O es que tenía otros planes?
Pero sin importar cuáles fueran sus pensamientos o intenciones, Floriana solo quería terminar con esa relación distorsionada y desigual lo antes posible.
-Divorciarnos pronto será lo mejor para ambos -dijo Floriana con un tono cortante.
Al otro lado, Valentín soltó un “hum” distante y dijo:
-Entonces mañana por la mañana.
-De acuerdo. Me llevé un ejemplar del certificado de matrimonio, el otro está en la mesita de noche del dormitorio principal, no olvides llevarlo.
Floriana colgó el teléfono inmediatamente después.
No había pasado mucho tiempo desde que dejó el celular cuando la puerta se abrió
suavemente.
Rosa asomó la cabeza.
-Flori, ¿estás despierta?
7/2
Capitulo 28
Floriana se incorporó, tratando de calmarse, y respondió con suavidad:
-Mamá, no estoy dormida.
-¿Te duele la mano y no puedes dormir? -preguntó Rosa, entrando y sentándose a su lado.
Al ver su mano envuelta en vendas, Rosa no pudo evitar mostrar preocupación.
-Todo es culpa mía, la familia Sagel me odia tanto, y ahora que saben que estoy fuera, probablemente no se detendrán…
La voz de Rosa se quebró mientras acariciaba la pálida y cansada cara de Floriana.
-Siempre te estoy causando problemas, Flori. ¿Por qué no me ayudas a encontrar un lugar tranquilo en el campo para pasar mis últimos años?
-¿Qué estás diciendo, mamá? -Floriana se alarmó-. ¿Cómo voy a dejarte sola en el campo?
Rosa sonrió con tristeza.
-Es solo que siento que, sin mí, estarías mejor.
-¡Mamá! -Floriana frunció el ceño, con una expresión seria-. No digas esas cosas. No eres tú la que está equivocada, son ellos. No dejes que te afecten. Ya crecí, puedo protegerte.
-Lo sé, pero no quiero verte sufrir tanto.
-Mientras estés conmigo, no sufriré -dijo Floriana abrazando a Rosa-. Mamá, mientras estés aquí, siempre tendré un hogar.
Rosa no podía imaginar estar lejos de su hija. La abrazó con fuerza.
-Está bien, no iré a ningún lado. Me quedaré aquí, cuidando de ti y de nuestro hogar.
Floriana se acurrucó en los brazos de su madre, sintiendo cómo su agotado cuerpo y mente comenzaban a relajarse…
A la mañana siguiente, Floriana salió de su habitación y fue recibida por un aroma delicioso.
Rosa salió de la cocina con una bandeja de tamales recién hechos y, al verla, sonrió:
-Ya te levantaste. Ven, prueba estos tamales que acabo de hacer.
Floriana sonrió, acercándose a la mesa para sentarse.
Rosa colocó los tamales sobre la mesa y volvió a la cocina para sacar una olla de avena
caliente.
-Hace cinco años que no cocinaba, estoy un poco oxidada -dijo Rosa mientras servía un tazón de avena para Floriana-. La avena calienta el cuerpo en invierno.
-Gracias, mamá -dijo Floriana, sintiendo una calidez en su corazón al ver el desayuno tan familiar-. Mamá, siéntate a comer también.
2/3
02:40
-Claro -respondió Rosa, quitándose el delantal antes de sentarse frente a Floriana.
Desayunaron juntas, disfrutando de un momento sencillo pero reconfortante, tal como Floriana lo anhelaba.
Después de terminar, Floriana tomó su bolso.
-Mamá, voy a hacer unas diligencias y regresaré al mediodía.
Rosa la acompañó hasta la puerta y, de repente, preguntó:
-Flori, ¿cómo te llevas con el señor Ferrer?
Floriana se detuvo, girándose para mirarla.
-Mama, ¿por qué preguntas eso de repente?
212