Capítulo 34
Floriana llegó a casa alrededor de las cuatro de la tarde. Ángela, la empleada doméstica, había llegado al mediodía. Ángela, originaria del noreste, tenía una personalidad directa y era muy eficiente, especialmente en la cocina, lo que tenía a Rosa muy contenta.
Ángela preparó la cena esa noche. Rosa, que no tenía mucho que hacer, decidió aprender un poco de cocina ayudándola. Aunque Rosa sabía preparar algunos platos sencillos, nunca había sido una experta, ya que provenía de una familia adinerada y, tras casarse con la familia Sagel, siempre había tenido personal que se encargara de las tareas del hogar.
Floriana no quería que su madre, después de haber pasado cinco años en prisión, tuviera que encargarse de todo. Ahora que podía, deseaba darle a su madre la mejor vida posible.
Aunque el apartamento estaba cerca del estudio, el conjunto residencial no era tan bueno. Temporariamente, Floriana habilitó el estudio como habitación para la empleada, pero planeaba comprar una casa con vista al río cerca del estudio después de las fiestas. Ese conjunto tenía buenos jardines y era espacioso, con un jardín delantero y trasero donde Rosa podría disfrutar del retiro rodeada de plantas y flores.
Después de la cena, Floriana le contó a su madre que tendría que viajar por trabajo durante aproximadamente diez días. Rosa no sospechó nada y la animó a irse tranquila, asegurando que con Ángela en casa no debía preocuparse por ella.
Floriana se sintió aliviada. Esa noche, madre e hija compartieron cama, conversando. Más que nada, Rosa hablaba y Floriana escuchaba sobre aquellos tiempos pasados. La madre había sufrido mucho durante su tiempo en prisión y veía a su hija como su confidente.
Rosa había crecido bajo la estricta formación de la familia Jaramillo, que la había preparado como un buen partido para el matrimonio. Al casarse con la familia Sagel, no tenía mucha autonomía. A pesar de las infidelidades de su esposo, nunca se atrevió a pedir el divorcio, ya que su familia no lo permitía. Solo podía soportar en silencio.
Sin embargo, su paciencia nunca fue recompensada con compasión. Su esposo le reservaba sus afectos a su amante, mientras que a Rosa le tocaban los golpes. A pesar de la traición, Rosa se mantuvo firme en su matrimonio por el bien de la familia.
Durante su primer embarazo, su esposo le rompió una costilla, y tanto su familia política como la suya hicieron la vista gorda, Más tarde, al quedar embarazada de su segundo hijo, Joaquina buscó a un adivino que predijo que Floriana debía ser enviada lejos para evitar desgracias a su padre y hermano. Así, con solo un año, Floriana fue enviada a vivir con su abuelo en el campo, donde permaneció hasta los 18 años, cuando su abuelo falleció y fue llevada de regreso a la familia Sagel.
La familia Sagel nunca valoró a Floriana, pero esperaba que fuera obediente como su madre, usándola como una herramienta para alianzas matrimoniales. Pero Floriana se negó, y la familia culpó a Rosa por ello.
A los 22 años, Rosa, cansada de los abusos de su esposo, finalmente se rebeló. Nunca tuvo la
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intención de matar, solo empujó a su esposo con valentía, pero él cayó por la ventana del tercer piso y murió…
Floriana conocía el resto de la historia. Abrazó a su madre, que lloraba desconsoladamente, mientras sus propias lágrimas empapaban la almohada.
-Mamá, ya pasó todo. De ahora en adelante estaremos bien.
-Flori, mi vida ya está hecha, pero deseo que no sigas mis pasos… -dijo Rosa, con un tono de advertencia-. Eres brillante y talentosa. Cuando busques pareja, asegúrate de que te trate bien. -Mamá, lo sé–Floriana, sin poder contener el llanto, se aferró a su madre. Te prometo que lo
haré.
Al día siguiente, Luna llegó temprano para llevar a Floriana al aeropuerto. Rosa no sospechó nada. Desayunaron juntas y luego salieron.
En realidad, Floriana no iba al aeropuerto, sino al hospital para ser internada. Rafael también estaba en ese hospital, así que eligió una habitación VIP para mayor privacidad.
-La cirugía está programada para las dos de la tarde. Tengo turno en la mañana y vendré a acompañarte a mediodía -dijo Luna, visiblemente más nerviosa que Floriana-. Descansa un poco en la habitación, y si necesitas algo, llama a la enfermera o a mí.
-Lo sé, ve a trabajar tranquila -respondió Floriana con una sonrisa.
-Me voy entonces -Luna suspiró y salió de la habitación.
Cuando la puerta se cerró, la sonrisa de Floriana se desvaneció. Bajó la cabeza y acarició suavemente su abdomen.
-En unas horas nos diremos adiós, pequeños. Espero que en su próxima vida tengan una familia llena de amor…
El zumbido del teléfono la interrumpió. Era Valentín. Floriana dudó en contestar, pero él insistió, llamando repetidamente y enviando mensajes.
[Hay un escándalo en línea. Contesta.]
Finalmente, respondió con frialdad:
-¿Qué pasa en internet?
-Nos tomaron unas fotos ayer cuando regresábamos a Villa Encanto -explicó Valentín-.
Ahora hay rumores de que estoy engañando a Tati, y eso le está causando muchos problemas. Floriana apretó el teléfono, conteniendo su enojo.
-¿Y qué quieres de mí?
Capítulo 34
-Tati valora mucho su carrera y no debe verse afectada por esto. Ambos hemos desmentido los rumores, pero como parte involucrada, espero que también aclares la situación.
Cada palabra de Valentín era como un puñal. Floriana sintió cómo el dolor le oprimía el pecho.
¿Cómo podía ser tan insensible? ¿Y cómo había llegado ella a este punto? Mientras esperaba en el hospital para interrumpir su embarazo, el padre de su hijo le pedía que defendiera su
relación con su amante.
Tapándose el pecho, Floriana sonrió amargamente. Descubrió que, al llegar al límite del dolor, uno podía reír. Y mientras reía, las lágrimas comenzaron a caer silenciosamente…