Capítulo 39
Valentín echó un vistazo a Rosa, y después de unos segundos, habló con voz grave:
-Sobre lo que está pasando en internet, yo…
-Valentín.
Desde fuera de la habitación, se oyó la suave voz de Tatiana.
Valentín se detuvo y se giró, con las cejas ligeramente fruncidas.
-¿Qué haces aquí?
Tatiana, con gafas de sol y mascarilla, miró a su alrededor y habló en voz baja:
-Vine al hospital para una revisión y me encontré con Yancheng. Me dijo que señorita Sagel y señora Jaramillo estaban aquí.
Su tono era inocente y, después de una pausa, añadió:
-No esperaba encontrarte también a ti.
Dentro de la habitación, Rosa, al ver a Tatiana, intentó bajar de la cama apresuradamente.
Floriana la detuvo de inmediato.
-Mamá, todavía te están poniendo el suero, no puedes levantarte.
-¿Y ahora qué hacemos? ¡La polémica ha crecido tanto que la señora Ferrer ha venido hasta aquí!
Rosa agarró la mano de Floriana con fuerza.
-Flori, debes ir a disculparte con la señora Ferrer. Prométele que nunca más tendrás pensamientos indebidos sobre el señor Ferrer.
Floriana miró a su madre, incrédula.
-Mamá, no es lo que piensas, yo…
-¡Por Dios, niña! -Rosa la miró, frustrada-. ¡A estas alturas, aún no entiendes! Flori, por más increíble que sea el señor Ferrer, al final es un hombre casado. ¡No puedes ser tan ingenua!
Floriana miró a su madre, atónita.
¿Por qué?
¿Por qué incluso la persona más cercana la veía así?
¿Qué había sido de estos cinco años de su vida?
Fue en ese momento que Floriana se dio cuenta de la verdad.
Valentín, en esta relación, nunca le había ofrecido salvación, sino una trampa cuidadosamente
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elaborada.
El divorcio no era el final; era el comienzo de una humillante caída.
Cinco años, ¡cinco largos años! Floriana nunca habría imaginado que el hombre en quien había confiado tanto pudiera ser tan cruel.
Valentín, en su afán de proteger la imagen de Tatiana, nunca dejó espacio para ella.
Un tipo así no merecía ni un segundo más de su atención.
Floriana bajó la mirada, ocultando su decepción y vergüenza.
Si Valentín no se preocupaba por ella, entonces ¿por qué debería ella preocuparse por su imagen?
Lentamente, Floriana retiró su mano de la de su madre.
Mirando a su madre, conteniendo las lágrimas, preguntó:
-Mamá, soy tu hija. ¿Por qué no confías en mí?
La mano de Rosa quedó en el aire.
Sentada en la cama, miró a su hija, cuyos ojos estaban ligeramente enrojecidos, y de repente comprendió algo.
-Flori, no es que no confíe en ti, es que me preocupo por ti…
-Mamá, no tienes de qué preocuparte, puedo jurarlo.
Floriana interrumpió a su madre, con un tono firme y frío:
-Yo, Floriana, juro hoy que no albergaré ningún sentimiento por Valentín. Jamás seré una tercera en discordia. Si rompo mi palabra, que el destino me castigue.
Valentín sintió un escalofrío al escuchar las palabras de Floriana, mientras la observaba alejarse.
-¡Flori! -Rosa abrió los ojos con preocupación y angustia-. ¡No puedes hacer un juramento así!
-Mamá, tengo la conciencia tranquila -respondió Floriana con decisión.
Nunca había sido la tercera en discordia, y a partir de ahora, no volvería a ser esclava de sus sentimientos,
Rosa abrió la boca, queriendo hablar, pero temía empeorar la situación.
Al ver la serenidad de su hija, se dio cuenta de su error.
Esa era su hija, ja quien protegería a toda costa, incluso si tuviera que enfrentarse a toda la familia Sagel!
No podía dudar de su propia hija…
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Rosa, sintiéndose culpable y perdida, como un niño que habla cometido un error, extendió la mano para tomar la de Floriana
-Flori, me equivoqué. Te pido disculpas, lamento que hayas tenido que pasar por esto.
Ese simple “lamento que hayas tenido que pasar por esto” casi hizo que Floriana se echara a llorar.