Capítulo 46
Valentín metió una mano en el bolsillo, sus ojos alargados miraban hacia abajo mientras observaba a Tatiana. Con voz calmada le dijo:
-Vuelve y descansa pronto.
Después de hablar, cerró la puerta del carro. El sonido del cierre, ni fuerte ni suave, sorprendió a Tatiana, haciéndola quedarse en shock durante varios segundos antes de reaccionar. El carro ya había arrancado, y ella bajó la ventana para asomarse en busca de Valentín, pero solo alcanzó a ver su espalda mientras entraba al ascensor.
-Pío, detente.
Pío era el asistente personal de Valentín, un hombre que lo había acompañado durante muchos años y sabía cómo leer el ambiente. Esta noche, Valentín claramente no estaba de buen ánimo.
Pío miró a Tatiana a través del retrovisor.
-Señorita Zelaya, el señor Ferrer me encargó llevarla a casa sana y salva, por favor, no me lo haga difícil.
Al escuchar esto, Tatiana bajó la cabeza y apretó las manos en silencio.
En una suite llena de luces de neón y música alta, Floriana estaba de pie, sola, con su delgada figura destacándose entre la multitud. Delante de ella, había diez copas de licor fuerte, una mezcla de bebidas blancas, extranjeras y de todo tipo.
-Si te tomas todas estas copas, podemos hablar de negocios, ¿cómo ves?
En el centro del sofá, Isaac estaba sentado con las piernas cruzadas, rodeado de amigos y con una actitud altanera, mirando a Floriana con desdén.
-O, ya que somos hermanos, te daré otra opción.
Floriana no era buena para beber, y todos en esa suite eran hijos de familias adineradas. Si aceptaba beber, el control de la situación seguramente se le escaparía de las manos.
-¿Cuál es la segunda opción?
-Mira, todos mis amigos aquí son de familias importantes. No digas que no cuido de ti. ¿No te encanta coquetear con los hombres? Pues adelante, elige a cualquiera de mis amigos. Si logras conquistar a uno, te prometo que como tu hermano, concederé cualquier petición que tengas.
Floriana miró a Isaac y soltó una risa sarcástica.
-Isaac, eres exactamente el hijo de Óscar Sagel.
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Capítulo 46
¡Crash! Un vaso de cristal se rompió a los pies de Floriana. El líquido helado mezclado con los fragmentos se esparció, y Floriana frunció el ceño al sentir que un fragmento le cortaba la mano, haciendo que la sangre goteara.
-¡Floriana, no tienes derecho a mencionar el nombre de mi padre!
Isaac se levantó de un salto, se acercó a Floriana y le agarró el cuello, empujándola contra la pared. Su espalda chocó contra la pared helada, y Floriana palideció, mirándolo con odio y terquedad.
-Isaac, no olvides que sin los nueve meses de embarazo de mamá, no estarías aquí.
-¿Y qué si me dio a luz?
Isaac gritó:
-No era más que una mujer inútil, ¿qué otro valor tenía en la familia Sagel más que dar a luz? Si no fuera por mi padre, ¿crees que la familia Sagel estaría donde está hoy? Una mujer mantenida por su esposo, que no solo no fue agradecida, sino que además hizo algo tan vil como matar a su marido. ¡Floriana, dices que soy como mi padre! ¿Y tú qué?
Isaac apretó con más fuerza, rugiendo como una bestia descontrolada.
-¡Tú también heredaste la maldad de Rosa! ¿Qué hija en su sano juicio abogaría por el asesino de su padre? Eres un ingrata como Rosa, jambas deberían morir!
El rostro de Floriana se puso rojo por la falta de aire, y el instinto de supervivencia la hizo luchar, rasguñando la mano de Isaac, pero él no tenía intención de soltarla. Isaac había practicado boxeo desde pequeño, su fuerza era inmensa.
Pronto, las manos de Floriana dejaron de luchar y su cuerpo se deslizó sin fuerzas hacia el suelo. En el instante en que caía, alcanzó a ver cómo alguien pateaba la puerta del cuarto. Antes de quedar inconsciente, creyó ver una figura alta corriendo hacia ella…
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