Capítulo 57
-No, él no es mi esposo -dijo Floriana, desviando la mirada de la vendedora.
-¿Ah? -La mujer se quedó atónita, era la primera vez que su habilidad para vender fallaba, y tras unos momentos de silencio, logró responder-: Oh, ya veo…
Floriana decidió no darle importancia al malentendido. Tomó una caja de costillas finamente empaquetadas del refrigerador y se dirigió a la sección de frutas y verduras.
Valentín la observaba mientras ella se alejaba, con una mirada profunda y distante.
Llegaron a Villa Encanto a las doce del mediodía.
Floriana fue directamente a la cocina para preparar el almuerzo.
Rafael, mientras tanto, jugaba con su nuevo juguete en la sala de estar.
Floriana apenas había ajustado su delantal cuando la puerta de vidrio de la cocina se abrió.
Al girarse, vio a Valentín entrando.
-¿Pasa algo? -preguntó ella.
Valentín echó un vistazo a los ingredientes sobre la mesa de la cocina y preguntó con un tono neutral:
-¿Necesitas ayuda?
-No, gracias–respondió Floriana, volviendo a sus tareas.
Valentín permaneció allí un momento, observándola, antes de salir.
Floriana abrió el grifo y comenzó a lavar las verduras…
No pasó mucho tiempo antes de que Valentín regresara.
-Póntelos -dijo, extendiéndole un par de guantes de plástico.
Floriana detuvo su lavado y miró los guantes, frunciendo ligeramente el ceño.
-Tienes una quemadura reciente en la mano. Es mejor que uses guantes para protegerte.
Al escuchar esto, Floriana miró la pequeña área enrojecida en el dorso de su mano. La piel nueva todavía era delicada.
Aceptó los guantes con un tono indiferente.
-Gracias, puedes irte.
Valentín se retiró de la cocina sin más palabras.
Con Rafael recién recuperado de una neumonía, Floriana eligió platos ligeros y nutritivos para
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el almuerzo. Tras años de experiencia, había desarrollado recetas especialmente adecuadas para niños con un sistema digestivo sensible.
Preparar la comida era un trabajo arduo, pero con cinco años de práctica, Floriana lo hacía con facilidad.
En poco más de una hora, cinco platos y una sopa estaban listos sobre la mesa.
-Rafael, la comida está lista. Lávate las manos para comer.
-¡Ya voy!
Rafael dejó de lado su juguete, se lavó las manos rápidamente y se sentó a la mesa con
entusiasmo.
Floriana le sirvió un tazón de sopa de costilla con ñame.
-Está caliente. Sopla un poco antes de tomarla.
-¡Está bien! -Rafael miró la deliciosa comida y casi se le hacía agua la boca-. ¡Gracias por la comida, mamá!
Floriana sonrió levemente.
-Adelante, come.
Valentín se sentó en una de las sillas del comedor.
Floriana se quitó el delantal y lo colgó en su lugar en la cocina, pero al dudar un instante, lo tomó de nuevo y lo arrojó al basurero.
Al regresar, traía dos tazones de arroz.
Se sentó junto a Rafael, dándole un tazón y guardando el otro para ella.
Valentín los observaba desde el otro lado de la mesa.
Floriana sirvió un poco de comida a Rafael y luego se concentró en su propio plato.
Valentín: …
Antaño, una de esas tazas de arroz habría sido para él.
Valentín frunció ligeramente el ceño mientras miraba a Floriana comer concentradamente.
Después de un momento, se levantó y fue a la cocina.
-Mamá, ¿por qué no le serviste arroz a papá hoy? -preguntó Rafael con curiosidad.
Floriana detuvo su acción de servir comida.
-Tu papá es un adulto; puede servirse solo.
-Entonces, ¿por qué antes le servías tú? -insistió Rafael, inocente-. ¿Será que ustedes dos pelearon?
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Capitulo
-No hemos peleado.
Justo cuando Floriana decía esto, Valentín regresaba de la cocina. Al escuchar sus palabras, su expresión se suavizó visiblemente.
Se sentó, tomó los cubiertos y, con calma, comenzó a comer, observando a Floriana con una mirada profunda.
A pesar de su expresión serena, se notaba que su humor había mejorado desde antes.
Sin embargo, Floriana no le dirigió la mirada en ningún momento.
No tenía mucho apetito últimamente, así que apenas comió un poco de arroz, pero sí bebió dos tazones de sopa.
-¡Mamá! Esta noche quiero dormir contigo dijo Rafael mientras masticaba una costilla-. ¡Quédate conmigo, por favor!
Floriana dejó los cubiertos sobre la mesa. Sabía que era el momento de aclarar las cosas.
Esperó a que Rafael tragara su comida antes de empezar a hablar.
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