Capítulo 72
-El trabajo nunca se termina, pero en los días festivos hay que comprar ropa nueva. Despedimos lo viejo y damos la bienvenida a lo nuevo, así el próximo año será más próspero y feliz -decía Rosa mientras empujaba a Floriana hacia el probador-. Anda, pruébate esto. Mamá te espera afuera.
Floriana tenía un excelente cuerpo, así que cualquier prenda que le quedara bien de talla se le veía de maravilla. La última que probó fue un vestido ajustado. Rosa se acercó, tocó su cintura y abdomen.
-¿Este no te queda muy apretado? -preguntó.
Floriana se tensó de inmediato. Aunque su vientre aún no mostraba señales, el gesto de su madre la ponía nerviosa. Por suerte, Rosa retiró la mano rápidamente, frunciendo el ceño. -Es bonito, sí, pero demasiado ajustado. No vas a estar cómoda. Mejor escoge uno más suelto.
Era cierto; siendo terapeuta, usar ropa demasiado ajustada no era práctico para su trabajo. Floriana observó a su madre discretamente y, al notar que estaba tranquila, suspiró aliviada. Tal vez solo estaba siendo demasiado sensible.
Al final, Floriana compró las cinco prendas que Rosa había seleccionado, excepto el vestido ajustado. Después de pagar, llevó a Rosa a una tienda de ropa para mujeres de mediana edad y también le compró cinco conjuntos nuevos y dos pares de zapatos.
Mientras hacían las cuentas, entraron Carmen Sagel, la tía de Isaac, y su hija Amelia, quienes al ver a Floriana y Rosa, se miraron y comenzaron a observarlas desde un rincón.
-Señorita Sagel, el total es ciento cincuenta y siete mil ocho pesos -informó la cajera.
Floriana le entregó la tarjeta a la cajera. Rosa, preocupada por el precio, trató de detenerla.
-¡Es muy caro! Flori, tú eres joven y dueña de un estudio, es normal que vistas de marca, pero yo ya soy mayor y no salgo mucho. Cualquier ropa sencilla me basta.
-Mamá, hace un momento no decías lo mismo cuando me animabas a comprar–le replicó Floriana con una sonrisa.
-Eso era porque me preocupo por ti… -respondió Rosa.
-¡Y yo me preocupo por ti! -Floriana le entregó la tarjeta a la cajera-. Por favor, cobre y envíelo a esta dirección.
La cajera tomó la tarjeta con ambas manos.
-Con mucho gusto.
Una vez pagado todo, Floriana, con una Rosa que seguía lamentándose del gasto, salieron de la tienda. No notaron que Carmen y Amelia las observaban fijamente.
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Capítulo 72
-¡Más de cien mil en ropa y la compró sin pestañear! Parece que a Floriana le ha ido muy bien estos años. Esa Rosa sí que tuvo suerte con su hija -comentó Carmen con envidia evidente en
su mirada.
Amelia no dijo nada, pero ya había tomado fotos y las había enviado a Isaac. Isaac odiaba a Floriana, así que al saber que vivía tan bien, seguramente se enfurecería.
Mientras compraba en el supermercado, Floriana recibió una llamada de Isaac. Se alejó un poco de Rosa antes de contestar.
-¡Floriana, qué bueno que tienes tiempo para ir de compras! -la voz de Isaac sonaba rabiosa-. Te advierto por última vez, mañana quiero verte en la casa de la familia Sagel, o destruiré esta médula antes de donarla.
Escuchó el tono de llamada cortarse y sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. ¿Cómo sabía Isaac que estaba de compras? ¿La estaba vigilando? Miró alrededor, pero no vio a nadie sospechoso.
De pronto, su teléfono vibró nuevamente. Era Valentín. Recordando lo que había escuchado la noche anterior, decidió no contestar y guardó el teléfono. No podía volver a pedirle ayuda a
Valentín.
Después de terminar en el supermercado, Floriana y Rosa regresaron a la Villa de los Sueños. Pasaron el día decorando la nueva casa, trabajando desde el mediodía hasta que anocheció. Al ver la casa decorada con tanto entusiasmo, madre e hija se abrazaron y rieron contentas.
Para la cena, Rosa sugirió hacer tamales. Aunque ninguna de las dos era experta, lo intentaron y, aunque el resultado no fue perfecto, disfrutaron mucho el momento juntas.
Después de la cena, Floriana mencionó que debía volver al hospital. Sin embargo, Rosa insistió en pasar la noche en casa. Floriana notó algo extraño y miró a su madre con preocupación.
-Mamá, hoy estás actuando raro. ¿Hay algo que me estés ocultando? -preguntó, frunciendo el ceño.
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