Capítulo 74
-Ángela se rio y dijo: -¡Claro, señorita Sagel, no se preocupe! Aquí me encargo yo.
Floriana asintió con la cabeza y luego miró a Rosa.
Rosa, sentada en la cama del hospital, le devolvió la mirada y levantó la mano para despedirse. -Ve tranquila, maneja con cuidado.
-Lo haré–respondió Floriana con una sonrisa dulce antes de darse la vuelta y salir.
Cuando la puerta de la habitación se cerró, la sonrisa de Rosa se desvaneció un poco, y suspiró mientras apretaba los labios.
Floriana salió del hospital y se dirigió directamente a la residencia de la familia Sagel.
Desde la muerte de Óscar, Floriana no había vuelto a poner un pie en la casa de los Sagel. En estos años, había oído que el Grupo Sagel no había hecho más que declinar desde la muerte de Óscar. Isaac no tenía talento para los negocios, y se decía que varios de los proyectos en los que había invertido habían fracasado.
El Grupo Sagel estaba pasando por un momento de crisis financiera, y esa era la mayor esperanza de Floriana para negociar con la familia Sagel ese día.
Sabía que los Sagel eran ambiciosos, y estaba segura de que si la oferta era lo suficientemente tentadora, no podrían resistirse.
Un BMW blanco se detuvo frente a la entrada de la residencia de los Sagel.
Un guardia se acercó para preguntar: -¿Quién es usted? ¿A quién busca?
-Floriana.
Al escuchar su nombre, el guardia la miró con desprecio. -Ah, eres tú. La señora nos ha dicho que dejes el carro afuera.
Floriana ya estaba preparada para ese tipo de trato. Estacionó el carro, salió y cerró la puerta.
El guardia ya había informado a la familia Sagel sobre su llegada.
Poco después, la puerta de la residencia se abrió, y un grupo de siete u ocho personas, liderado por Joaquina e Isaac, salió al encuentro de Floriana.
Floriana avanzó con determinación.
Era poco antes de las diez de la mañana. El cielo estaba gris y amenazaba con una tormenta de nieve, tal como había pronosticado el clima.
Vestía un abrigo largo de color blanco marfil y su cabello negro y suave caía libremente sobre sus hombros. Tenía las manos en los bolsillos y la mitad de su rostro estaba cubierto por una bufanda. Sus ojos, serenos y distantes, miraban fijamente hacia adelante.
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Capitulo 74
En la entrada de la casa, separada por unos escalones, cada miembro de la familia Sagel la miraba con aires de superioridad.
Floriana se detuvo a unos pasos de los escalones, y sus ojos recorrieron con indiferencia los rostros de cada miembro de la familia Sagel.
A pesar de que todos ellos estaban relacionados con ella por sangre, cada uno de ellos había hecho todo lo posible por destruirla.
Para Floriana, ellos eran como muñecos sin sentimientos.
-Isaac, aquí estoy -dijo, mirándolo con una voz serena y cortante-. Dime tus condiciones.
-Lo que yo diga no cuenta -respondió Isaac con una risa burlona-. La que manda es la
abuela.
Floriana frunció ligeramente el ceño, pero antes de que pudiera hablar, Joaquina intervino:
-Isa, ve a buscar a tu padre.
-Está bien —dijo Isaac, lanzándole una mirada desafiante a Floriana antes de volver a entrar.
Pronto, Isaac regresó con el retrato de Óscar en sus manos.
Joaquina miró a Floriana con odio.
-¡Esa maldita de Rosa mató a mi hijo! ¿Y aún tienes la osadía de esperar que Isa la ayude? Floriana, si no hubiera sido porque engatusaste a Valentín para que te ayudara, ni siquiera habría considerado permitirle a Isa la posibilidad de compatibilizar su médula. Pero incluso si el resultado fuera positivo, ¿qué importa? La decisión de donar está en nuestras manos. ¿Acaso Valentín tiene tanto poder como para obligar a Isa a donar? Además, después de que salieron los resultados, Valentín no dijo ni una palabra; parece que no tiene intención de ayudarte otra vez.
Joaquina sonrió con evidente satisfacción, su rostro anciano y amargado se torció en una mueca de triunfo. -Floriana, ahora no te queda más remedio que suplicarnos.
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