Capítulo 75
Floriana ya estaba preparada para enfrentar lo que se viniera. Había venido con una
determinación férrea, y en cuanto a Valentín… Si a estas alturas todavía esperaba algo de él, eso sí que sería ingenuo y ridículo.
Con ese pensamiento, Floriana habló en tono cortante: -Puedo pagar por la médula de Isaac, díganme cuánto.
-¿Pagar? -Joaquina soltó un bufido despectivo-. ¡La familia Sagel no necesita tu dinero! Floriana, quieres salvar a esa desgraciada, jadelante! Pero primero tendrás que arrodillarte y pedirle perdón a mi hijo.
Isaac avanzó hacia Floriana, sosteniendo el retrato de Óscar.
Desde el escalón, la miró con desdén. -Floriana, arrodillate y pide perdón cien veces a mi papá, y entonces donaré la médula para salvar a tu madre asesina.
Floriana fijó la vista en el retrato de Óscar y luego miró a Isaac. -¿Lo dices en serio?
-¡Claro!-contestó Isaac, con los ojos brillando por la expectativa de humillarla—. ¡Vamos, Floriana! ¡Arrodíllate y pide perdón!
Pero Floriana no se movió.
Isaac, impaciente, acercó más el retrato a ella. -¿No te da vergüenza? ¡Mira quién es! ¡Es tu papá! Estás aquí pidiéndome que salve al asesino de tu padre, ¿y con esa actitud? ¿No deberías ser más sincera?
Por un momento, Floriana sintió que el rostro de Óscar se superponía con la expresión de Isaac. La maldad, al parecer, se heredaba.
Su corazón estaba tranquilo. Ya no sentía nada por Óscar, Isaac, Joaquina ni por las acciones de la familia Sagel. Para ella, eran como bestias sin humanidad, listas para atacar en cualquier momento.
-Isaac -dijo alzando la mirada, viéndolo como si fuera un objeto inerte-, puedo arrodillarme y pedir perdón, pero ¿te atreves a jurar ante Óscar que si rompes tu promesa, no tendrás un buen final?
Isaac se quedó paralizado.
¿Un juramento tan serio?
Antes de que Isaac pudiera responder, Joaquina estalló de furia. -¡Floriana, maldita seas! ¡lsaac es el único heredero de la familia Sagel, y tú…!
-¡Está bien! -interrumpió Isaac-. Prometo ante mi padre que si te arrodillas y pides perdón cien veces, cumpliré mi parte.
-¡lsa! —Joaquina golpeó el suelo con su bastón-. ¡No deberías decir algo así!
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-Abuela -dijo Isaac, tranquilizándola-, no te preocupes. ¡Son cien veces! No creo que ella pueda hacerlo.
Con este frío, dudaba que Floriana tuviera tal resistencia. Y aunque lo lograra, ¿qué importaba? Él no creía en supercherías. Unas palabras ante un retrato no cambiarían nada.
-Floriana–continuó Isaac-, para que quede claro, cien inclinaciones, cien disculpas. ¡Ni una
menos!
Floriana lo miró con frialdad. Sabía que Isaac no tenía intención de donar la médula. Su apuesta no estaba en la integridad de Isaac, sino en la superstición de Joaquina.
Si Isaac juraba frente al retrato de Óscar y ella cumplía con su parte, Joaquina, temerosa de las represalias, obligaría a Isaac a donar la médula.
Si al final su madre podía sobrevivir, arrodillarse y pedir perdón era un precio que estaba dispuesta a pagar.
Floriana dio un paso atrás, sin expresión alguna, y se arrodilló.
Al verla arrodillarse, Isaac estalló en una risa de triunfo.
-¡Bien! ¡Floriana, por fin te veo así! Hace cinco años eras muy lista, ¿no? ¡Te metiste en la
cama de Valentín y ahora no eres más que un perro arrodillado ante mí! ¡Ja, ja, ja! ¡Floriana, debí hacerte ladrar como un perro! ¡Ja, ja, ja!