Capítulo 93
Floriana dejó de mirar a Valentín y, tambaleándose, se dio la vuelta y comenzó a caminar.
-¡Flori!
Luna corrió tras ella y la ayudó a subir al carro.
Valentín parpadeó, sus largas piernas apenas dieron un paso cuando Guillermo, incapaz de soportarlo más, lo detuvo.
-Valentín, déjalo. Ahora mismo, ella necesita a alguien más, no a ti.
Al escuchar esto, Valentín frunció el ceño, su expresión era seria.
Guillermo lo miró con frustración, como si no pudiera creer lo que veía.
-De verdad, Valentín, no sabes cómo hablar. Solo te paras ahí para hacerte notar, ¡qué desesperante!
Valentín lo fulminó con la mirada, el rostro sombrío, sin decir una palabra.
Guillermo suspiró y, cuanto más lo pensaba, más ilógico le parecía todo.
-No es por criticar, pero lo de tu matrimonio secreto con Floriana… ¡ni siquiera yo lo sabía! Ahora, cada vez que recuerdo lo que dije en el hotel, me dan ganas de desaparecer. No me extraña que la Dra. Alarcón me mirara con esos ojos. Valentín, ¡me metiste en un lío!
Valentín no tenía ánimo para escuchar las quejas de Guillermo. Sacó su teléfono y marcó un
número.
-Necesito que me consigan un equipo de búsqueda y rescate, el costo no importa…
Durante tres días, Floriana no hacía más que esperar en la orilla del río o en la estación de policía.
Luna, desde el hospital, pidió vacaciones y no se separó de Floriana.
Finalmente, el día del festival, las autoridades que llevaban el caso le informaron a Floriana que la búsqueda se había detenido y le pidieron que tuviera fuerza.
Floriana no dijo nada. Al salir de la estación de policía, mencionó que quería ir al supermercado.
Luna, consciente de que Floriana no estaba bien, comprendía que desde el accidente de Rosa, Floriana había reprimido todas sus emociones.
Esa calma aparente resultaba más inquietante que un llanto desconsolado.
Pero Luna no sabía cómo ayudarla.
Floriana había cerrado su corazón, actuando como una marioneta sin emociones.
1/2
18:38
Capítulo 93
En el supermercado, Floriana eligió las comidas favoritas de Rosa.
Luna, a su lado, sentía un nudo en la garganta.
De regreso a casa, Floriana se dirigió directamente a la cocina y comenzó a cocinar.
Luna, preocupada por que algo pudiera ocurrirle a Floriana en su estado, no se separó de ella ni un instante, ayudándola en lo que podía.
La noche cayó y las luces de las casas se encendieron.
Floriana finalmente terminó de preparar una cena festiva.
Colocó tres juegos de cuchillo y tenedor y llamó a Luna para que se sentara.
Luna se sentó, observando la comida festiva, llena de color y sabor, pero sin apetito alguno.
Floriana puso algunos trozos de pescado en un plato vacío a su lado y sirvió sopa en un tazón
colocado al otro lado.
Luna, al ver esto, no pudo contener las lágrimas.
-Flori, no sigas así. Llora, ¿quieres? Si tu mamá viera esto, se preocuparía…
-¿Cómo vamos a llorar en una festividad?
Floriana levantó la mirada hacia Luna, sus labios pálidos esbozaron una sonrisa.
-Estoy bien, vamos, a comer.
Puso un trozo de albóndiga en el plato de Luna.
-Estas albóndigas son tus favoritas. Las hice especialmente para ti, para que no digas que solo cocino lo que le gustaba a mi mamá.
Luna, mirando la albóndiga en su plato, lloró aún más.
Floriana frunció el ceño y le lanzó una mirada de advertencia.
-Si sigues llorando, te voy a echar, ¿me crees?
Dicho esto, agregó más de las comidas favoritas de Rosa al plato vacío.
Luna observó sus acciones, mordiéndose los labios para no hacer ruido, pero las lágrimas no dejaban de caer.
2/2