Capítulo 11
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Felicia salió de mi casa toda pálida. Parecía haberse vuelto loca por el fuerte shock que toda la situación le había causado, alternando entre risas y llantos.
Nicolás se sentó en el sofá y comenzó a limpiar meticulosamente las urnas de cenizas de Carlitos y de mí. Hace unos días, él fue a la funeraria a recoger nuestras cenizas. Como las urnas estaban cubiertas por mucho polvo, él las limpiaba con despacio con un pañuelo.
Y estos días, descubrí que Carlos ya podía liberarse del área limitada y volar hacia donde quisiera. Mientras tanto, yo seguía atada al lado de Nicolás. Entendía que había llegado la hora de despedirme de mi querido Carlitos…
Por la noche, abracé con fuerza a este traviesito que había jugado todo el día fuera de casa. Le conté una historia sobre un mundo diferente. En este mundo, él ya no sería una alma errante que va ahí vagando como hasta ahora y en cambio podría tener una nueva vida. Podría disfrutar de mucha comida, jugar felices con otros niños y asistir a la escuela. Mientras hablaba, vi la ansiedad que se apoderó de sus ojos.
Me dijo emocionado:
-Mamá, jentonces te esperaré en este mundo nuevo!
Le sonreí, abrazándolo con más fuerza:
-De acuerdo. Cuando llega allí, iré a buscarte.
Al día siguiente, lo acompañé hasta la puerta y le dije adiós. Vi cómo la pequeña figura se alejaba poco a poco con nostalgia, hasta que desapareció por completo.
Al despedirme de él, sentía la fuerte desilusión, y perdí entonces todo el interés de seguir con la vida en este mundo. Seguía a Nicolás todos los días sintiéndome como un autómata, observándolo cómo repetía sin cansancio las mismas rutinas día tras día.
Un día, él fue al cementerio y eligió tres parcelas contiguas. Estaban en la cima de una colina con paisaje muy bonito, desde donde se podía ver toda la ciudad. Allí enterró nuestras cenizas. Parado frente a nuestras tumbas, él murmuró en voz bajita:
-Candela, después de tantos años, eres todavía mi único amor. Traje a tantas mujeres a casa porque quería causarte molestias. No tengo ninguna relación especial con Felicia. Dejé que se quedara a mi lado porque ya estaba harto de otras mujeres manipuladoras, y ella ya era suficiente para hacerte enojar. Hice todo eso porque te odié por tu traición… Me esforcé tanto por ganar más dinero también porque me habías dicho que yo no podría darte la vida que quisieras. Sin embargo, ahora ya tengo éxito, pero te he perdido…
Mientras hablaba, ya tenía la cara llena de lágrimas.
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Capítulo 11
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Días después, vendió toda la empresa a Honor S.A.. Samuel se convirtió en el nuevo dueño de su empresa. Samuel solo le ofreció un precio muy bajo, pero Nicolás no dudó mucho y firmó directamente el contrato de transferencia. Luego, donó todos sus bienes a las organizaciones benéficas.
Al mismo tiempo, Felicia había caído en coma dos veces debido al empeoramiento de su enfermedad, sin poder encontrar a un nuevo donante compatible. Tal vez ya no tendría una segunda oportunidad de sobrevivir a la enfermedad con suerte.
Pero, ella parecía haber aceptado todo. Cuando estaba despierta, pasaba el tiempo viendo telenovelas o charlando con sus amigos, cuando se sometía la quimioterapia, aguantaba el dolor sola mordiendo una toalla con fuerza, sin emitir ningún sonido.
Después de terminar todos otros asuntos, Nicolás fue a la funeraria para encargar su propio funeral al personal. Editó un mensaje programado para que la funeraria viniera a arreglar su cuerpo. En casa, dibujó un círculo junto a los de Carlitos y de mí, luego se acostó en ello. Luego tomó dos frascos enteros de pastillas para dormir y extendió sus brazos, como si estuviera abrazándonos, murmurando:
-Candela, Carlitos, iré a buscarlos. Estaremos juntos para siempre.
En el momento en que su alma se desprendió de su cuerpo, yo sentí un gran alivio como nunc antes. Finalmente, entendí que las personas sin rencores también se sienten muy relajadas incluso después de su muerte. Hasta el momento, por fin recuperé mi libertad.
Volaba hacia la entrada del paraíso, y escuché la voz sorprendida de Nicolás detrás de mí:
-¡Candela! ¡No te vayas! ¡Espérame un momentito…!
No le hice caso, dirigiéndome hacia donde estaba la luz, sin mirar atrás.
