Capítulo 307
Castulo tenía una reunión esa noche y, después de discutir los asuntos de trabajo, se preparó para irse. Al notar que Castulo la miraba, Paulina levantó la cabeza y le preguntó: “¿Qué pasa?” Al día siguiente sería Día de San Valentín, pero él no lo mencionó, simplemente negó con la cabeza y dijo: “Nada.”
Paulina estaba tan enfocada en su trabajo que había olvidado completamente lo del Día de San Valentín. No fue hasta el día siguiente, cuando llegó a la oficina y sus compañeros le desearon un feliz Día de San Valentín, que se dio cuenta de qué día era.
Justo cuando Paulina estaba por regresar a su oficina, escuchó una voz en la entrada preguntando: “¿Quién es la Srta. Paulina? Alguien le ha enviado flores y necesito que firme aquí para recibirlas.”
Paulina se giró suavemente y vio a un repartidor con un enorme ramo de rosas rojas en la
puerta.
Las palabras del repartidor y ese exagerado ramo de rosas rojas captaron la atención de todos alrededor. Aunque había rumores de que Paulina y Jaime tenían una relación cercana, muchos en la empresa sabían que Paulina estaba casada. Sin embargo, Paulina rara vez mencionaba su vida personal. Tanto era así que no conocían bien el estado de su matrimonio.
Al ver que alguien le había enviado flores en el Día de San Valentín, una compañera, llena de envidia, le dijo a Paulina: “¡Qué gran ramo de rosas! ¿Te lo envió tu esposo? Es un gran detalle.” “Sí, qué envidia.”
¿Armando enviándole flores? Imposible. Paulina lo pensó, pero no dijo nada. La tarjeta tenía su contacto, así que las flores no estaban equivocadas.
Al saber que ella era Paulina, el repartidor se acercó y le entregó las flores pidiéndole: “Firme aquí, por favor.”
Sin querer complicar las cosas para el repartidor, Paulina firmó. De vuelta en su oficina, con el ramo en brazos, abrió la elegante tarjeta y vio que el remitente no dejó ningún nombre, solo un simple “Feliz Día de San Valentín” de Estela.
Jaime entró, vio las rosas en la mesita de centro y levantó una ceja preguntando: “¿Quién las
envió?”
Paulina negó con la cabeza y solo dijo: “No sé, pero la letra me parece familiar.”
Jaime sonrió diciendo: “Parece que alguien tiene un admirador secreto. ¿Tienes alguna idea de quién podría ser?”
Paulina negó: “No se me ocurre.”
Jaime se rascó la barbilla. Llevaban tanto tiempo juntos que podría describirse como una
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pareja, pero no había notado que alguien estuviera interesado en Paulina. Pensando en eso, Jaime frunció los lábios y aunque le parecía improbable, dijo: “¿No será Armando?”
Paulina respondió con indiferencia: “No es él.”
Llevaba años casada con Armando y él nunca había celebrado el Día de San Valentín con ella, mucho menos le enviaría rosas en aquel momento que estaban por divorciarse. Además, reconocería la letra de Armando.
“Bueno.” Dijo Jaime: “De todas formas, si la letra en la tarjeta es del remitente, parece que tiene buen gusto, especialmente porque te ha enviado el tipo de rosas más costoso.”
Tal vez. Pero a Paulina no le interesaba mucho el asunto, porque su mente estaba en otra parte.
Quienquiera que las hubiera enviado, realmente no le importaba. Dado que el remitente no había dejado un número de contacto ni su nombre, no iba a perder su tiempo pensando en eso, así que dijo: “Mejor empecemos a trabajar.”
Tenía un asunto importante y debía ir a Red Nova. Era algo que había planeado desde hacía días.
Organizó sus documentos, y cuando llegó la hora, se dirigió a Red Nova con algunos compañeros de la empresa.
