Capítulo 325
En ese momento, Mercedez pareció recordar algo y dijo: “¿La empresa de Castulo no está buscando personal ahora? Seguramente tengan un puesto adecuado para ella. Más tarde llamaré a Castulo para preguntar.”
Al escuchar eso, Armando sonrió y respondió: “Está bien.”
Lidia también sabía quién era Castulo. Había oído que él y Armando habían crecido juntos y eran amigos desde la infancia, y que también apreciaba mucho a Mercedez. En el pasado, siempre que Mercedez necesitaba ayuda, Castulo estaba dispuesto a apoyarla.
Al escuchar eso, Lidia no tenía la intención de depender de otros. Estaba a punto de hablar cuando Consuelo intervino rápidamente para agradecer: “Gracias, Mercy, agradezco mucho que te encargues de esto.”
Mercedez respondió: “No hay de qué.”
Después de eso, Armando y Mercedez no continuaron hablando del asunto de Lidia. Se sentaron juntos, hablando en voz baja, como si tuvieran un sinfín de temas de conversación. Parecían muy compenetrados.
Al ver lo bien que se llevaban, Lidia no pudo evitar preguntarle a Alicia sobre Paulina, quien había salido sola a pasear: “¿Ellos… cuándo planean divorciarse?”
Alicia tardó un momento en darse cuenta de que se refería a Paulina y a Armando, luego, torciendo los labios, dijo: “Mi cuñado dice que pronto, pero hay problemas con la división de los bienes. Él no quiere que ella use eso como excusa para molestarlo a él y a mi prima más adelante, así que se asegurará de resolver todo antes del divorcio formal.”
Al saber que Paulina recibiría una parte de los bienes, Lidia se sintió un poco más tranquila. Había oído que Armando parecía despreciar a Paulina y pensaba que no le daría nada en el divorcio.
Al hablar del tema de la división de bienes, el humor de Alicia empeoró visiblemente y sin esperar a que Lidia hablara, exclamó con desdén: “Si no fuera porque mi cuñado teme que la vieja se enfade si no le da nada a esa desgraciada y no los deje divorciarse, él ni siquiera consideraría darle algo.”
Lidia hizo una pausa y preguntó: “¿Le dará solo una pequeña parte de los bienes?”
“Bueno, no es poco, pero tampoco es mucho… La verdad es que salió ganando. Mi cuñado solo le dará lo que acordó con mi prima, lo necesario para quedar bien con ella, nada más.”
Lidia entendió que, dada la riqueza de Armando, si Alicia estaba molesta, eso significaba que Paulina seguramente recibiría una cantidad significativa de bienes. Con ese pensamiento,
Lidia se sintió aliviada.
Era cierto. Para Alicia, los bienes que Paulina recibiría eran solo una pequeña fracción de la riqueza total de Armando, apenas lo que él había gastado en su prima a lo largo de los años,
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pero para ellos, ya era una gran suma. ¿Cómo podía ella estar feliz viendo que el dinero que debería ser de ellos, iba a parar a manos de Paulina?
En ese momento, Alicia recordó lo que Mercedez había dicho sobre que Lidia trabajaría en la empresa de Castulo, así que mirando a Lidia con desagrado, le dijo: “Cuando estés en la empresa de Castulo, asegúrate de vigilarlo. No dejes que otras mujeres se acerquen a él, ¿entendido?”
Lidia había escuchado a Consuelo decir que Alicia tenía interés en el amigo de Armando, quien también era parte del círculo de la alta sociedad de Fuente de la Felicidad y tenía cualidades sobresalientes. Sin embargo, al parecer él no compartía el mismo interés
por Alicia…
Lidia, al escucharlo, no supo qué decir, así que solo respondió: “Esto… aún no está decidido, no estoy segura de poder trabajar en el Grupo Haro.”
Alicia frunció los labios y dijo: “Es que no lo sabes, pero si mi prima lo pide, Castulo seguramente estará de acuerdo.”
Lidia solo repondió con un: “…Oh.”
Armando tenía cosas que atender, así que se preparó para irse. La familia Lobos y la familia Saavedra lo valoraban mucho, y todos salieron para despedirlo.
Consuelo esperaba que Lidia pudiera establecerse pronto en Fuente de la Felicidad, y después de que Armando se fue, Consuelo volvió a mencionarle la solicitud a Mercedez. Viendo que en aquel momento había tiempo, Mercedez escuchó y tomó su teléfono para llamar a Castulo. Pero aunque el teléfono sonó un buen rato, nadie respondió.
