Capitulo 420
Capítulo 420
El dia del cumpleaños de su mamá, Paulina recibió el recordatorio de divorcio de Armando.
Nada mal.
En ese momento, Valentín volvió a hablar:
-Sr. Armando preguntó que, si usted tiene disponible el lunes por la mañana, le gustaría agendar la cita para el próximo lunes a las nueve en el ayuntamiento, Srta. Paulina, ¿qué opina?
-El lunes por la mañana puedo -respondió Paulina sin titubear.
-Perfecto -asintió Valentin-. Le aviso al abogado de Armando.
-Está bien.
Además de la llamada de Valentín, en el celular de Paulina también había una llamada perdida de Armando.
Seguramente Armando la había llamado por lo mismo que Valentín.
Así que no le devolvió la llamada.
Pasó el fin de semana con la familia Romo. El lunes, poco después de las ocho, Paulina ya iba manejando rumbo al ayuntamiento.
Cuando llegó, Armando ya la esperaba afuera.
Ella no se había llevado el acta de matrimonio cuando se fue de la casa. Por eso, para hacer los trámites de divorcio, tanto el acta como el acuerdo los había traído Armando.
La vez que se casaron, en cuanto terminaron los trámites, Armando se fue con el ceño apretado, sin esperarla. Ni siquiera miró el acta de matrimonio.
Por lógica, el acta siempre la había guardado ella.
Hasta casi se le había olvidado dónde la tenía. Ahora, en el divorcio, le sorprendía que Armando la hubiera localizado y traído en buen estado sin preguntarle nada.
Cuando la vio llegar, Armando se bajó del carro, le entregó el acuerdo de divorcio y dijo:
-¿Quieres leerlo otra vez?
Tenía el acta de matrimonio abierta en la mano; la foto de ambos sobresalía nítida, casi como una burla del pasado.
Parecía que, justo antes de bajarse, se había puesto a ojear el acta.
Paulina apartó la mirada, tomó el acuerdo y sin decir nada, regresó a su carro para leerlo.
Revisó el documento y, justo cuando el reloj marcó las nueve, salió del carro y se dirigió directo al ayuntamiento.
Armando la siguió, ambos entrando juntos.
Traían todos los papeles listos y no había nada más que discutir, así que el trámite fue rápido.
Al salir, Armando habló:
-Cuando termine el periodo de espera, nos vemos para finalizar el registro.
-Ya sé–contestó Paulina, sin mirarlo. Dicho esto, rodeó su carro y se subió.
Armando, al ver la escena, tampoco dijo nada y se fue al suyo.
Ambos carros arrancaron casi al mismo tiempo y pronto desaparecieron del frente del ayuntamiento, cada uno tomando su propio rumbo.
Después de eso, Paulina regresó a La Conquista Comercial.
Ese día, todavía tenía que pasar con Jaime por el Grupo Frías.
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Cuando la vio llegar, Jaime bromeó:
-¿Hoy sí llegaste tarde, eh? Pensé que ya no ibas a venir.
-Fui al ayuntamiento a firmar los papeles del divorcio–contestó Paulina, con una cara tranquila, sin asomo de tormenta.
Jaime se quedó pasmado. Luego atinó a preguntar:
-¿Ya quedó? ¿Por fin se divorciaron?
-Todavía no, falta que pase el periodo de espera, hasta entonces es oficial.
-…Bueno, ni hablar comentó, y luego, tras dudar un segundo, preguntó-: ¿De todas formas sí vas a Grupo Frías?
-Sí, claro.
La determinación en la mirada de Paulina le sacó una sonrisa a Jaime.
-Va, entonces vamos.
Unos veinte minutos después, ambos llegaron al Grupo Frías. Cuando entraron a la sala de juntas, Armando y los demás ya estaban ahí.
Al verlos, Armando fue muy cordial:
-Sr. Burgos, Srta. Paulina, ¿cómo están?
Tanto Paulina como Jaime asintieron con caras serenas y fueron a sentarse a sus lugares.
La reunión empezó sin dilación.
En la sala, Paulina se mostró enfocada en su trabajo, mientras Armando conversaba con Jaime y los otros, incluso sonriendo.
Había bastante gente en la sala, pero, salvo Jaime, nadie tenía idea de que Paulina y Armando, que parecían casi desconocidos, esa misma mañana se habían visto en el ayuntamiento y hasta habían firmado los papeles de divorcio juntos.