Capitulo 421
Capítulo 421
Al mediodía, Paulina Romo, Armando Frías y su grupo llegaron al restaurante. Apenas se acercaban a la puerta de su salón privado, la puerta del salón de al lado se abrió de golpe.
Como si temiera que nadie la escuchara, Alicia Saavedra gritó con todas sus fuerzas hacia Armando:
-¡Cuñado!
Al ver que Mercedez Lobos también estaba ahí, el profesor Torres sonrió y comentó:
-Vaya, señorita Mercedez, también vino a comer por aquí, ¡qué coincidencia!
Mercedez sonrió.
-Sí, la verdad que sí, qué casualidad.
Aunque decía eso, en realidad, este encuentro no era para nada casual.
La noticia de que Armando y Paulina habían ido esa mañana al registro civil a formalizar el trámite de divorcio ya había llegado a oídos de toda la familia. Apenas Alicia supo que Armando y Paulina vendrían a comer a ese restaurante, se encargó de que la mesa de su grupo estuviera justo frente al salón de ellos.
Por eso, se encontraron de esa manera.
Alicia no podía ocultar su felicidad al pensar que, apenas su cuñado terminó de arreglar los detalles del acuerdo de divorcio, fue de inmediato a buscar a Paulina para ir al registro civil. Y lo que la tenía aún más emocionada era que, en solo treinta días, Armando y Paulina estarían oficialmente divorciados. ¡Por fin su hermana y su cuñado podrían casarse sin trabas!
Después de eso, Paulina sería cosa del pasado.
Al pensar en todo esto, Alicia miró a Paulina con una expresión triunfante.
Aunque Mercedez nunca había presionado directamente a Armando para que se divorciara, sería mentira decir que no sentía ansias por terminar con esa situación. Por muy segura que estuviera del amor que se tenían ella y Armando, mientras él siguiera casado con Paulina, su relación nunca sería del todo legítima.
Así que, al enterarse el sábado de que Armando ya había resuelto todas las cláusulas del acuerdo y que había citado a Paulina para que el lunes fueran juntos a firmar el divorcio, ¿cómo no iba a sentirse feliz?
En realidad, no solo ellas dos estaban contentas. Tanto la familia Saavedra como la familia Lobos estaban de lo más
animadas.
La abuelita Lobos apenas y le dirigió una mirada a Paulina antes de ignorarla por completo.
La abuelita Saavedra, por su parte, no dejaba de sonreír.
Mercedez le dijo a Armando:
-Haz tus cosas, no queremos interrumpirte.
Armando respondió:
-En un rato paso a verte.
Mercedez sonrió.
-Perfecto.
La complicidad entre ellos era tan evidente, que cualquiera que los viera pensaría que su relación era perfecta.
El profesor Torres y los demás se echaron a reír, con bromas y miradas de complicidad.
Mientras tanto, Paulina y Jaime Burgos, desde que vieron a la familia Lobos y Saavedra, evitaron detenerse y entraron directo a su salón.
Jaime, con una mueca desdeñosa, murmuró:
-Vinieron a presumir, eso es todo.
Paulina asintió.
-Ya me di cuenta.
19:55
Capitulo 421
-Vaya que tienen ocurrencias, son un chiste.
Después de saludar, Armando y los suyos entraron a su salón, y poco después, Mercedez y los demás también regresaron al suyo.
La abuelita Saavedra seguía feliz, aunque en el fondo había algo que la molestaba.
Se acercó al oído de Beatriz Saavedra y murmuró:
-Ahora que dejó a Armando, esa chamaca terminó quedándose con Jaime, salió gagando.
Y es que, después de todo, Jaime no era cualquier persona; además, detrás de él estaba Jorge.
Cada vez que pensaba en eso, sentía que tenía una espina clavada, no lograba estar tranquila.
No era la única que sentía así; tanto Beatriz como Mercedez no podían ocultar su incomodidad desde que supieron que Paulina, al lado de Jaime, sí había aprendido un par de cosas.
La abuelita Saavedra, frunciendo el ceño, continuó:
-Después del divorcio, ella será una divorciada. ¿Por qué debería tener tanta suerte?
Pensar en Paulina casándose por segunda vez le calmaba un poco el disgusto, así que Beatriz comentó:
-Mientras no se casen, no hay nada decidido, así que no hay que apresurarse.
La abuelita Saavedra lo sabía, pero el malestar no se le quitaba.
Mientras Paulina tuviera la posibilidad de casarse con Jaime, ella no podía estar contenta.
En el otro salón, Paulina no tenía idea de las maquinaciones de la familia Saavedra.
Ya sentados, todos comenzaron a platicar y la atmósfera resultó bastante agradable.
Al poco rato, Armando se levantó y dijo:
-Sigan platicando, yo salgo tantito y regreso en un momento.
Ya había dicho a Mercedez que en un rato iría a verla.
Resultaba obvio que Armando se iba a ver a Mercedez.
El profesor Torres, sonriendo, soltó:
-No se apure, señor Armando, tómese su tiempo, aquí lo esperamos.
El doctor Héctor añadió, también entre risas:
-Sí, sí, no hay problema.
Armando sonrió, se levantó y salió del salón.
Paulina y Jaime lo observaron desde su lugar, sin siquiera dignarse a mirarlo de frente.
Paulina no puso atención al tiempo que Armando estuvo ausente, pero Jaime sí se molestó.
-Lleva casi diez minutos afuera, bien descarado.
Paulina iba a responder cuando, en ese momento, Armando regresó y entró al salón.
Así que Paulina simplemente guardó silencio.
Jaime rodó los ojos.
Armando volvió a sentarse, integrándose de nuevo a la conversación.
En ese preciso instante, el celular de Paulina comenzó a sonar.
Al ver quién llamaba, ella se detuvo un momento.
Jaime, notando su expresión extraña, se asomó y al ver el nombre en la pantalla preguntó con sorpresa:
-¿Tito Jacobo? ¿Por qué te está llamando él?
19:55 (
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La voz de Jaime no era muy alta, pero alcanzó a oírse entre los que estaban cerca, como el profesor Torres y Armando.
Paulina, recordando la confesión de Tito, no supo qué contestar de inmediato.