Gracias a que Yolanda Romo estaba aún en la etapa Inicial de su enfermedad y el daño en sus órganos no era tan grave. Baltazar y su equipo, después de varios ajustes basados en el estado general de Yolanda, finalmente lograron dar con un tratamiento capaz de estabilizar su salud.
Cuando recibieron la noticia, tanto Paulina Rome como la abuelita Romo sintieron cómo, por fin, se aflojaba el nudo de tensión que llevaban apretado en el pecho. Por primera vez en quince días, la nube oscura que se cernía sobre la familia Romo desapareció.
Esa noche, entre lágrimas de alegría, la abuelita Romo decidió personalmente preparar la cena para celebrar con todos.
Después de comer, Paulina apenas se había sentado con la abuelita en la sala cuando sonó el teléfono: era Josefina Frías.
Había pasado más de un mes desde la última vez que madre e hija hablaron.
La última vez que Josefina la llamó, en teoría Paulina debería haber contestado. Pero justo entonces se enteró de la insuficiencia orgánica de Yolanda y, con el ánimo por los suelos, optó por no responder.
Ahora…
Al ver el nombre de Josefina en la pantalla, la abuelita Romo le dijo:
-Contesta, hija.
Josefina tenía una relación cercana con Mercedez Lobos, y la abuelita Romo no podía evitar sentirse un poco incómoda por eso. En los últimos dias, al notar que Paulina no invitaba a Josefina, ya se imaginaba que era porque Paulina temía que la presencia de Josefina la hiciera sentir peor, cuando ya estaba al borde del colapso.
Aunque nunca culpó de verdad a Josefina por acercarse a Mercedez, sabía que, si en esos días la hubiera tenido enfrente, sería fácil que la rabia y el resentimiento le ganaran.
Ahora que la salud de su hija mostraba señales de mejora, deseaba que Paulina y Josefina pudieran reencontrarse como madre e hija.
Paulina miró la pantalla, dudó unos segundos y finalmente contestó la llamada.
En los días recientes, cuando su mamá no le contestó, Josefina pensó en insistir al poco tiempo. Pero su papá, quien siempre la animaba a llamar cuando quisiera, esta vez le dijo que su mamá tenía demasiadas cosas en la cabeza y que mejor esperara unos días para no molestarla. Por eso, Josefina aguantó las ganas de marcarle a Paulina.
Pero ya era demasiado tiempo sin ver a su mamá ni siquiera hablar con ella por teléfono. Hoy, simplemente no pudo resistir más y decidió intentarlo.
Y para su sorpresa, mamá sí contestó.
Apenas escuchó la voz de Paulina, Josefina no pudo ocultar la emoción:
-¡Mamá!
Antes de que Paulina dijera algo, Josefina, recordando lo mucho que la había extrañado y que no podía llamarla, soltó con voz entrecortada por las ganas de llorar:
-Mamá, ¡por fin me contestas! No sabes cuánto te he extrañado…
Al oír esa vocecita nasal, a punto del llanto, Paulina bajó la mirada, intentó ocultar la tormenta respondió con suavidad:
que
traía
por dentro y
-¿Ya cenaste?
-Sí, ya comi–contestó Josefina, aliviada de escuchar la voz de su mamá y, de inmediato, animada volvió a preguntar-: Mamá, ¿cuándo tienes tiempo? ¿Puedo ir mañana? No, mejor, ¿puedo ir ahorita a verte?
Paulina dudó un segundo antes de responder:
-Mamá mañana tiene que ir a trabajar, pero si quieres venir, vente.
Luego, como recordando algo importante, agregó:
-Pero primero pregúntale a tu papá, si él está de acuerdo, entonces…
-¡Seguro que sí va a estar de acuerdo! -interrumpió Josefina, tan emocionada que no la dejó terminar-. ¡Ahorita mismo
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10-08
me pongo a empacar, espérame, mama!
Apenas colgó, se giró hacía Armando Frias, que estaba sentado al lado leyendo, y le anunció entusiasmada.
Mamá ya me dejó ir a verla!
Armando pasó la página de su libro, levantó la vista y preguntó:
-¿Quieres que te lleve?
-¡No hace falta! -contestó Josefina, y sin poder esperar ni un segundo más, jaló a Fabiola escaleras arriba para ayudarle a
empacar.
A los pocos minutos, ya con su mochila al hombro, bajó corriendo las escaleras. Pasó junto a Armando, que seguía leyendo en la sala, y sin detenerse, le gritó mientras agitaba la mano:
-¡Papá, ya me voy!
Armando sí alzó la cabeza y, girándose para ver cómo se alejaba, le dijo:
-Cuidate en el camino. Y que tengas buenas noches.
-¡Buenas noches! -respondió ella, desapareciendo por la puerta.
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