Capítulo 397
En el hospital.
El sol brillaba radiante aquella mañana y Gabriela, la madre de Verónica, despertó sintiéndose mucho mejor que en días anteriores.
Tras la revisión de rutina y el desayuno acompañado de su medicación, la cuidadora se le acercó con una sonrisa, “Gabriela, ¿te gustaría salir a tomar un poco de aire fresco?”
“Sí, claro.” Gabriela no tenía razones para rechazar la invitación.
Juntas bajaron al jardín del hospital y caminaron por un sendero tranquilo. Sin embargo, el celular de la cuidadora comenzó a sonar de repente. Al revisar el mensaje que le llegó, su expresión se tornó incómoda, “Gabriela, mi hija vino a visitarme. Llegó antes de lo esperado y ahora mismo está en la entrada del hospital…”
“No te preocupes, ve a recibirla. No la hagas esperar.”
Gabriela asintió con comprensión. Después de todo, ella también era madre y entendía la emoción de ver a un hijo tras mucho tiempo.
“Gracias, Gabriela. No tardaré.”
La cuidadora le dedicó una mirada agradecida antes de salir apresurada hacia la puerta del hospital.
Gabriela, por su parte, se dirigió a una banca cercana y tomó asiento, dándole la espalda al sol. Con calma, sacó el libro que había traído consigo y lo abrió. El lugar estaba en total tranquilidad, ideal para leer y aprovechar la calidez del sol mientras esperaba el regreso de la
cuidadora.
Apenas había leído unas líneas cuando escuchó voces a sus espaldas. Un grupo de mujeres conversaban con entusiasmo, compartiendo chismes. Al principio, Gabriela no les prestó atención, hasta que oyó decir: “¿Saben qué? La hija de Gabriela, la del cuarto VIP en el octavo piso, es la amante de alguien.”
La expresión de Gabriela cambió de inmediato. Su rostro se endureció, y la ira la invadió en cuestión de segundos.
Se puso de pie de golpe y avanzó con pasos firmes hacia las mujeres.
La que hablaba continuaba con su discurso venenoso, sin notar la presencia de Gabriela.
“Ella solo puede pagar esa habitación tan cara porque le puso algo en la bebida a un millonario y se metió en su cama. Es una arpía manipuladora. No solo sobornó a los medios para que filtraran la noticia, sino que también tomó pastillas para quedar embarazada y obligarlo a casarse con ella. Al final, consiguió que la prometida de ese hombre rompiera con él. Pero creyó que con eso ya tenía su futuro asegurado, cuando en realidad, él nunca la quiso. Jamás le dio un lugar en su vida. Tuvo la desvergüenza de dar a luz a una niña, solo para usarla como herramienta de chantaje. La maltrataba y la utilizaba para sacarle dinero al tipo. Y al final, la
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niña murió en la mesa de operaciones.”
“Si me preguntan, eso fue puro karma. Una madre tan perversa solo podía traer desgracia a su propia hija.”
“Es más, como dice el dicho: ‘De tal palo, tal astilla‘. Si la madre era una trepadora sin escrúpulos, ¿qué se podía esperar de la hija? Mejor que haya muerto…”
Gabriela temblaba de la rabia cuando llegó hasta ellas. Sin dudarlo, alzó el libro que tenía en la mano y lo estampó contra la boca de la mujer que acababa de decir semejante atrocidad.
“¿Acaso te lavas la boca con agua de inodoro? ¡Qué asco de palabras salen de ahí!”
Los días de recuperación le habían devuelto algo de fuerza, y el golpe fue lo suficientemente fuerte como para que la mujer soltara un grito de dolor cuando el libro impactó contra sus dientes. Aprovechando su desconcierto, Gabriela levantó la mano.
“¡Paf!”
“¡Paf!”
Le propinó dos bofetadas seguidas que hicieron eco en el lugar y dijo, “¡Escúchame bien! ¡Mi hija no es ninguna amante! Si vuelves a difamarla, te juro que te arranco la lengua.”
Los ojos de Gabriela destilaban furia. Luego, dirigió una mirada asesina a las otras mujeres que participaban en la conversación. Si alguna de ellas osaba decir una sola palabra más contra Verónica, se encargaría personalmente de callarlas.
Pero la mujer agredida no era de las que se dejaban intimidar. Se recuperó del impacto y, con el rostro rojo de ira, levantó la mano y le devolvió la bofetada a Gabriela con toda su fuerza.
“¡Maldita vieja! ¡Tu hija es una cualquiera y tú todavía te atreves a defenderla!”
El golpe fue tan fuerte que Gabriela sintió un zumbido ensordecedor en el oído.
“Dime la verdad, ¿o acaso tu hija no se metió en la cama de ese hombre cuando él ya tenía novia?”
Gabriela se quedó sin palabras por un momento. Porque, en el fondo, ella sabía cómo Pilar había sido concebida. En aquella noche en que Verónica y Adolfo engendraron a Pilar, Adolfo realmente estaba con Zulma; eran pareja.
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