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Atenea miró su reloj de pulsera y, al ver que faltaban solo unos minutos para que Ewan apareciera ante ella, inhaló con calma para calmar la pulsación errática de su corazón.
Ella había fijado la reunión a las nueve de la mañana, pero había llegado al restaurante a las ocho y media para obtener una ventaja.
Sin embargo, su corazón no cooperaba como ella quería.
Esta sería la primera vez que tendrían una conversación civil desde su regreso. ¡Todo era culpa de sus hijos! ¡Esos pequeños traviesos!
Esta mañana, después de que ella y Gianna descubrieran el percance que había arruinado la empresa de Ewan en cuestión de horas, se había quedado atónita, literalmente.
Aun así, no había confiado en Gianna acerca de sus sospechas porque su amiga creía que sus hijos eran las criaturas más inocentes del universo.
Pero Atenea sabía más.
Después de acostar a su amiga y asegurarse de que estaba dormida, se preparó una taza de café negro fuerte para sí misma y llevó a cabo su propia investigación.
¿Acaso era una hacker global por nada?
Sabiendo la posibilidad de que sus hijos negaran su participación en el asunto, primero obtuvo pruebas, organizó sus hallazgos, antes de dirigirse a la habitación de los niños para despertarlos.
Cuando se sentaron después de sus toques en sus muslos, fingiendo
frotarse el sueño de los ojos, supo que ni siquiera habían dormido en
absoluto.
Se había preguntado cuánto tiempo había durado esto.
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-¿Lo hicieron? La difamación de la empresa de Ewan, ¿la hicieron? Estoy segura de que Kathleen les dijo que él vino aquí. Estoy segura de que saben que él es su padre —dijo Atenea.
Nathaniel no se molestó en negarlo. -Tiene que pagar por causarte
problemas, por no reconocer a mi hermana. ¡Ella quedó traumatizada por eso! -afirmó Nathaniel.
Atenea había ignorado la mirada de cachorro que Kathleen le dio.
Más bien, los había regañado y encargado que devolvieran toda la
información a Ewan; hackear las empresas de prensa y bajar las noticias
sobre Ewan.
También les había dicho que se mantuvieran alejados de sus negocios con
su padre.
Habían aceptado su decisión de mala gana.
Se preguntaba cuánto duraría la aceptación.
Suspiró y dio un sorbo a la bebida que un camarero le había servido unos
minutos antes.
Deseaba que sus hijos escucharan. No quería que se involucraran en sus planes de venganza. Quería que vivieran sus vidas como niños.
Esperaba que escucharan.
No quería etiquetarlos con cámaras para seguir sus movimientos, ni hackear sus portátiles y teléfonos. No estarían contentos con una invasión de privacidad.
También quería un campo de batalla nivelado con Ewan, sin interrupciones.
Levantó la mirada, apartándose de sus pensamientos, cuando oyó
murmullos a su alrededor.
Y cuando vio a Ewan, lo entendió.
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La gente no estaba contenta con él. Tomaría un tiempo antes de que este
asunto se calmara.
Suspiró de nuevo.
Ewan realmente no había hecho nada contra ella esta vez, así que no pudo evitar sentir lástima por él.
Lo observó caminar hacia ella, seguro y estoico, y se maravilló de las similitudes que compartía con Nathaniel.
Zane tenía razón.
Si Nathaniel hubiera sido el que hubiera entrado en la sala anoche, Ewan lo habría reconocido como su hijo.
-Ewan, buenos días -lo saludó primero Atenea, negándose a dejarse deslumbrar por su atractivo que no se había visto afectado por las ojeras que rodeaban sus ojos.
Sabía que había estado despierto toda la noche. Se sentía culpable. Un poco.
-Atenea, buenos días. O mejor dicho, Doctora Atenea… —dijo Ewan.
Atenea sonrió débilmente. Ya empezaban con mal pie.
-Por favor, siéntate, Ewan. Terminemos con esto. Ambos tenemos días ocupados -dijo Atenea.
Observó cómo Ewan recorría con la mirada toda su cara y cuerpo superior y se sonrojó. ¿Por qué la miraba como si la estuviera devorando?
La mirada duró apenas un minuto, antes de que Ewan volviera a ser frío.
Cuando tiró de la silla y se sentó, Atenea tomó nota de la fuerza de sus bíceps.
Instantáneamente, su mente trajo de vuelta aquellas locas noches de intensa intimidad con él.
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Se sintió enrojecer.
-¿Estás bien? -El hielo había desaparecido otra vez. Ahora había preocupación en sus ojos.
Atenea lo odiaba. No quería que nada cambiara su percepción de Ewan.
-¡Él nunca se había preocupado por ella cuando estaban casados!
-Sí, estoy bien.
-Si tú lo dices. ¿Por qué pediste esta reunión? ¿Para vanagloriarte?
Atenea nò dijo nada al principio.
—Encontró la fría mirada de Ewan —la preocupación había desaparecido de sus ojos azules— e inhaló suavemente. ¿Le creería?
Luego se lamió los labios, por costumbre.
-Una dulce sensación se desarrolló instantáneamente en su vientre inferior
cuando los ojos de Ewan se oscurecieron con placer mientras seguía esa
única emoción.
Sin embargo, él apartó la mirada segundos después, carraspeó y volvió a mirarla, esperando.
-No estoy aquí para vanagloriarme, Ewan. ¿Por qué haría eso? —Atenea finalmente logró preguntar.
Ewan rió sin humor. -No lo sé. ¿Tal vez porque estuviste detrás del ataque
anoche?
De cierta manera, ella lo estaba. -Atenea pensó.- Pero Ewan no necesitaba
saber eso.
-No lo estaba. Pero sé quién estuvo detrás. La persona lo hizo por lealtad ciega. Y estoy aquí para disculparme. Zane tampoco está involucrado. Sigue siendo tu mejor amigo, no te preocupes por sus travesuras divertidas.
Ewan no sabía qué decir; ¿pelear o aceptar? No estaba seguro. Así que
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esperó.
-Si revisas las redes sociales ahora, las noticias han sido retiradas y los datos han sido devueltos a ti. Tus clientes y accionistas también han recibido disculpas. No sufrirás muchas pérdidas, excepto un poco de la confianza de tus clientes.
Ewan no creía a Atenea, no creía que el asunto trascendental hubiera desaparecido repentinamente en un lapso de tres horas.
Pensó que estaba exagerando.
-Puedes llamar a Sandro o a tu gerente de operaciones. -Atenea continuó, habiendo notado la incredulidad en el rostro de Ewan.
Ewan obedeció, sin dudarlo.
Dos llamadas y cinco minutos después, estaba sin palabras.
Atenea había cumplido su palabra.
Incluso verificó las redes sociales. Todas las publicaciones habían sido
retiradas.
Los accionistas ahora respondían, según Sandro.
Los hackers incluso habían dejado un consejo para su equipo técnico: sobre
la fortificación del sistema.
Ewan no podía creer su suerte.
Sin embargo, no podía evitar preguntarse quién era la persona misteriosa.
-¿Su esposo? -Eso explicaría la ‘lealtad ciega.
Ewan sintió el dolor de nuevo justo en su pecho. Se esforzó por apartarlo con una inhalación profunda. -Gracias, Atenea. Lo siento por todo.
Atenea se encogió de hombros. -Está bien. Además, no necesitarás pagarme el veinte por ciento de tus acciones…
Ewan rompió en una amplia sonrisa, casi cegando a Atenea, pero ella
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aguantó y completó su afirmación.
-Me darás el diez por ciento. Con mis pagos normales.
Ewan asintió. Era un mejor trato que el último. -Puedo trabajar con eso. Gracias de nuevo, Atenea.
Hizo una pausa, preguntándose si su próxima sugerencia sería aceptada. ¿Podemos llamar a una tregua?
–
-¿Una tregua? -Atenea estaba de acuerdo con eso, siempre y cuando él se mantuviera fuera de sus negocios y no interrumpiera sus planes.
Oh, ¡una tregua no detendría sus planes!
Estrechó la mano que él extendió.
-Tregua aceptada. Pero no somos amigos, solo socios comerciales.
Ewan sonrió. —Puedo trabajar con eso, socia.
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