Capítulo 10
Raúl inhalo profundamente y les indicó que dejaran los regalos sobre la mesa cercania. El mayordomo y los sirvientes colocaron los regalos en su sitio y se retiraron en silencio. Raúl observó la mesa repleta de obsequios, su migada apagada.
Fue en ese momento cuando noté que, debajo de la pila de regalos, había una hoja de papel. La sacó y estaba a punto de desecharla cuando la forma de la letra en ella captó su atención. La letra de Margarita era elegante y ordenada, al igual que ella: siempre dócil y tranquila. Incluso ante las mayores dificultades, ella siempre mantenía la calma.
Sin embargo, la hoja tenía varios agujeros donde la punta del bolígrafo había perforado el papel.
En ella solo estaban escritos los lugares, las fechas y la cantidad de veces que él y Sofia habían visto en secreto.
Nada más. Ni una palabra más, ni un reproche salieron de su boca.
Y aun así, todo lo que debía decirse y hacerse, ya estaba dicho sobre ese papel.
Cuando terminó de leer hasta la última palabra, los dedos de Raúl se apretaron con tanta fuerza en torno a la hoja que sus nudillos palidecieron.
Justo en ese instante, su teléfono comenzó a vibrar con insistencia.
Apenas contestó, la voz agitada de su asistente irrumpió al otro lado de la línea.
-¡Ha ocurrido un problema grave, presidente!
-Alguien imprimió toda la información sobre usted y la señorita Sofía y la lanzó por la ciudad con drones.
-Aunque logramos interceptar a la mayoría, muchos ya lo vieron.
-Varios accionistas han estado llamando para pedir explicaciones.
Raúl apretó aún más la hoja, arrugándola.
Que el equipo de relaciones públicas y los abogados detengan esto de inmediato.
No quiero que este asunto vuelva a mencionarse en ninguna parte.
Después de decir eso, colgó de golpe y clavó la mirada en el papel que sostenía en la m
Al final, lo arrugó con fuerza, lo metió en el bolsillo y, sin dudarlo, se dio medio giro para salir por la puerta.
F
Capitulo 10
El rugido del motor resonó cuando el carro negro arrancó de nuevo, atravesando la fuerte de lluvia que cafa en la ciudad como una flecha oscura.
Instantes después, el vehículo se detuvo frente a entrada del hospital.
Raúl no se molestó en cerrar la puerta del auto; tan solo se bajó de un salto y avanzó a grandes zancadas hacia el interior del edificio.
La joven enfermera del turno nocturno, al verlo acercarse, quien se apresuró a ponerse de pie para saludarlo.
Sin embargo, al notar la expresión sombría en su rostro, las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta de la enfermera.
Se limitó a observar cómo Raúl cruzaba el pasillo sin detenerse y empujaba con fuerza la puerta de una habitación, cerrándola de un golpe seco.
El estruendo del portazo no solo hizo que la enfermera se estremeciera, sino que también despertó de golpe a Sofía, quien dormia con tranquilidad en la cama.
Medio dormida, se levantó con intención de regañar a la enfermera que la había despertado.
Pero en cuanto distinguió con claridad al hombre que estaba de pie junto a su cama, la ira en sus ojos se desvaneció al instante, dando paso a una expresión de sorpresa y alegría.
-¡Raúl cariño!
-¿Qué es lo que haces aquí?
Ella pensó que, después de haberla tomado una y otra vez ese día, Raúl se quedaría a pasar la
noche con ella.
Pero, al final, él igual decidió irse.
El solo hecho de imaginar que en los próximos días estaría al lado de Margarita hizo que una sensación amarga e indescriptible se apoderara de su corazón.
¿Qué tenía esa mujer que pudiera compararse con ella?
No sabía arreglarse y tampoco podía tener hijos.
Cuanto más lo pensaba, más injusto le parecía. Tras mucho esfuerzo, después de un rato en
silencio logró dormirse.
Sin embargo, para su sorpresa, Raúl regresó poco después.
¡Así que, después de todo, aún pues le importaba!
Sofía no pudo evitar sentirse complacida con la idea. Sonrió y extendió los brazos, esperando que él la abrazara.
Pero el abrazo nunca llegó. En su lugar, sintió de repente una presión sofocante en el cuello.
Caudale 10
Raúl la sujetaba con fuerza por la garganta, y en sus ojos, sin expresión alguna y distantes,
ahora ardían en ira.
-Ya te lo había advertido y tú no me habías hecho caso: solo amo a Margarita así que no digas
lo contrario.
Si querías seguir con esto, debía mantenerse en secreto. Si ella lo descubría, todo se acababa.
-Sofía, ¿de dónde sacaste el valor para desallarla?
Su tono se volvía más amenazante con cada palabra, y su agarre se tornaba más feroz.
Sofía, pálida como el papel, forcejeó desesperada mientras lágrimas rodaban por su rostro.
-No… No fui yo.
-Raúl, créeme, jamás le habría contado nada a Margarita.
Raúl la soltó de golpe, haciéndola caer sobre la cama, y le arrojó el papel a la cara.
¿No lo hiciste? Entonces, dime, ¿cómo es que ella lo sabe?
Soffa, con las manos temblorosas, desdobló el papel arrugado y su rostro palideció al instante.
Ya no le importaba nada más; se bajó de la cama de un salto y se arrodilló ante él, llorando y suplicando perdón.
Entre sollozos, intentó justificarse, asegurando que solo lo había hecho porque lo amaba de
verdad.
Nunca imaginó que, al enterarse, Margarita se marcharía sin dudarlo.
Raúl la observaba desde lo alto, con una frialdad e indiferencia absolutas.
-¿No me amas acaso?
-Pues yo no te amo. Si no hubieras aprovechado que estaba ebrio para meterte en mi cama, nunca habríamos llegado a esto.
Cablub 11
Capítulo 11